Así sería definida, en 1903, la que llevaría el nombre de avenida de la Cruz, el nuevo paseo que planeó Jesús de Grimarest junto a su huerta de San Carlos con el fin de mitigar el ‘aislamiento’ que sufría esta finca, situada a las afueras de la población. Por aquel entonces, Grimarest lo era todo en el consistorio nazareno, a pesar de no ocupar la alcaldía nazarena y de ser un simple concejal. Sus ideas y opiniones eran muy tenidas en cuenta por el resto de capitulares.
El 3 de mayo de 1903, día de la Santa Cruz, en una reunión informal Grimarest dio a conocer a sus compañeros concejales y al alcalde Fernando Muñoz García (carlista, al igual que don Jesús) el proyecto de construcción de un nuevo, “amplio y hermoso paseo arrecifado con espaciosas calles laterales de árboles, el cual, partiendo del final de la calle Conde de Ybarra, terminase en la gran explanada que a distancia conveniente existe no lejos de aquellos terrenos”. Y tan sólo tres días después, el propio Grimarest expuso la idea en sesión ordinaria para que el Ayuntamiento lo considerara y votara a favor o en contra.
El proyecto incluía también la edificación, al final del paseo, de “un severo y artístico símbolo de nuestra redención [esto es, una cruz], elevado sobre gradería de piedra y remate del mismo material, rodeando su conjunto de sencilla y elegante verja de hierro para proteger su conservación, todo ello con arreglo a los planos y diseños parciales que tanto para el paseo, cuanto para la cruz y verja se encargarán en el momento oportuno”.
Propuso Grimarest, que el nuevo paseo llevara el nombre de “Avenida de la Cruz, en atención al día que ante ustedes tuve el honor de iniciar mi pensamiento”. Según este prócer nazareno, con la construcción de la avenida, Dos-Hermanas conseguiría un recinto digno donde celebrar las fiestas patronales, pues a su entender era “reducido el espacio donde hoy se celebran”, además de dotar al pueblo de “un paseo para su esparcimiento diario, detalle importante del que hoy carece”. Todos los capitulares presentes en esa sesión votaron unánimemente a favor del proyecto.
El escultor
El escultor elegido para que realizase el monumento fue Eduardo Rodríguez Bellver. Nacido en Madrid en 1845 (hijo de Juan Rodríguez y de Rafaela Bellver), fue discípulo del escultor José Bellver Colazos (1824-1869) y alumno de la Academia de Bellas Artes de San Fernando de la capital española. Participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes en dos ocasiones (1862 y 1864), contrayendo matrimonio con Asunción López Sánchez. En 1883, se estableció en Sevilla, residiendo en el n.º 35 de la calle Santo Tomás.
Se dispuso inmediatamente la apertura de una suscripción popular para conseguir fondos con destino a este proyecto. Sin embargo, el tiempo transcurría y aquel no se iniciaba. En la sesión de 23 de enero de 1904, Grimarest manifestó que, dado que existían muchos obreros sin trabajo, sería bueno empezar las obras del nuevo paseo, aprovechando además que esa época era la “más apropiada para formar el replanteo y arrecifado del paseo de la Avenida de la Cruz”.
Y fue así como se comenzaron, al fin, las obras. Meses más tarde, el 3 de mayo de 1904 (día de la Invención de la Santa Cruz), a las seis de la tarde, “previo el ceremonial religioso y a presencia de la Corporación Municipal, clero de la parroquia, Juzgado, dependientes del Ayuntamiento y de numerosos vecinos se colocó por el Señor Alcalde la primera piedra del monumento que ha de construirse para honor y gloria del emblema santo de la Redención en la rotonda central del paseo nominado Avenida de la Cruz, que se está formando en las afueras de la población en línea recta a la calle Conde de Ybarra; habiéndose dado en acto tan solemne, inequívocas palabras de fe católica y de entusiasmo y alegría por los que formaban parte con su presencia en la inauguración de unas obras gratísimas al vecindario en general”.
Pero las cosas no marchaban del todo bien, debido a la falta de dinero. Nuevamente se abrió una suscripción pública entre los vecinos y hacendados de la villa y Grimarest volvió a pedir que se consignara en el presupuesto una partida de dinero, pero la crisis económica empezaba a sentirse en nuestra villa. Aun así, se encargó al escultor Eduardo Rodríguez Bellver la ejecución en yeso de un modelo del monumento (titulado, pomposamente Cruz de la Victoria), que debía ser “de un metro de longitud del basamento y cruz delineados en los planos, y una vez hecha, sea expuesta a la vista del vecindario en una casilla de las que se instalen en la próxima Velada de Santiago y Santa Ana”. Por esto cobraría el escultor a finales de ese año la cantidad de 300 pesetas.
Una romería en el mes de mayo
Jesús de Grimarest, en su moción presentada a los capitulares nazarenos el 6 de mayo de 1903, propuso, entre otras actividades encaminadas a dar ‘vida’ a la nueva avenida, la celebración anual de una “piadosa romería el día 3 de mayo, [día de la] Ynvención de la Santa Cruz, a imitación de todas las poblaciones católicas”. Pero no se tiene constancia alguna de que se llevara a cabo, quedando de esta manera en una simple idea.
En la sesión de 18 de junio de 1904, se decidió colocar en el paseo 22 farolas y otras cuatro en la rotonda central. Pero el dueño de la fábrica de la luz, Ramón Charlo, se opuso aduciendo que se incumplía una de las cláusulas del contrato firmado entre el consistorio y el propio Charlo. Finalmente, se instalarían 14 farolas. A esas alturas, el proyecto parecía gafado, pues, además, el monumento seguía sin construirse.
En septiembre de 1904 muere uno de los grandes valedores del proyecto, el alcalde Fernando Muñoz, si bien su sucesor, el carlista Juan Castro Claro, estaba dispuesto a seguir con el proyecto de la avenida. Así, en abril de 1905, el carpintero local José Rubio García realizó para el paseo 25 bancos, cobrando por cada uno 16 pesetas.
Pero el 26 de mayo de 1906 accedió a la alcaldía nazarena Francisco Valera García, férreo opositor de la coalición conservadora-tradicionalista que gobernaba el consistorio nazareno desde 1899, a la cabeza de la cual estaba Grimarest. Valera no dudó en echar por tierra todas las actuaciones de aquella coalición, y una de sus ‘víctimas’ fue la avenida de la Cruz, que quedó abandonada. De hecho, las 14 farolas allí instaladas fueron trasladadas a otras calles.
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Principales impulsores y detractores
Un proyecto de tal envergadura contó, lógicamente, con apoyos, pero también con detractores. Entre los primeros encontramos, como no, a su autor, Jesús de Grimarest, pero también al alcalde de la villa Fernando Muñoz García [1901-1904] y al concejal integrista Francisco Aguilar Carrasco, quien no dudó en respaldar “el piadoso y excelente pensamiento del Señor Grimarest”. Y entre los más férreos detractores (por el simple hecho de ser idea de los carlistas), se encontraba la plana mayor de los conservadores nazarenos, pero, sobre todo, Francisco Valera García, que no dudó en ponerle fin, una vez llegado a la alcaldía en 1906.
El 8 de mayo de 1907 regresa a la alcaldía Juan Castro Claro, y dispuso el arreglo y reparación de la avenida, lo cual fue realizado por Francisco Hidalgo Oliva, cobrando por ello 350,88 pesetas. Incluso se acordó el 1 de junio de 1907, enviar un escrito a la Compañía Sevillana de Electricidad para que repusiese el alumbrado de la citada avenida, que fue suprimido por otra corporación “sin otros móviles que los de perjudicar a cierta personalidad digna de los mayores respetos”.
Está más que claro que se refería a Jesús de Grimarest, principal impulsor del proyecto.
En cualquier caso, el monumento no llegó a construirse nunca, por falta de dinero y de apoyo institucional. De aquel proyecto soñado por Grimarest sólo quedó el nombre, presente en el nomenclátor nazareno durante mucho tiempo. Hoy no queda ni eso.
