Ponerse en los pies del otro

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Película Your NameYOUR NAME

Éxito rotundo y descomunal de Your Name en Japón, ese país que es un planeta aparte, donde se ha convertido en el anime más taquillero de la historia, superando al mítico El viaje de Chihiro del maestro supremo Hayao Miyazaki. Esta historia, a medio camino entre el realismo y el fantástico, es una nueva muestra del talento que Makoto Shinkai había mostrado ya en sus anteriores obras.

{xtypo_rounded3}Japón, 2016 (106′)
Título original:  Kimi no na wa.
Dirección: Makoto Shinkai.
Producción: Kôichirô Itô, Noritaka Kawaguchi, Genki Kawamura, Katsuhiro Takei.
Guión:  Makoto Shinkai, basado en su propia novela.  
Fotografía: Makoto Shinkai.
Música: Radwimps.
Montaje: Makoto Shinkai.
Intérpretes: Animación.{/xtypo_rounded3}

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En el Japón actual, los días previos a que pase un cometa que se acerca a la Tierra cada 1.200 años, Mitsuha es una adolescente que vive en un pequeño pueblo rural y que sueña que es un joven estudiante de Tokio. Taki es un joven estudiante que sueña que es una chica que vive en el campo. El problema es que, después de estos sueños, sus respectivos amigos les cuentan lo raros que estuvieron el día anterior, algo que ellos desconocen. Así, descubren que intercambian sus cuerpos en esos sueños. Y así empieza a crearse un vínculo entre ellos, a pesar de que no se conocen, de que no se encuentran.

Lo que en un principio puede parecer una película para adolescentes, o una película ya vista (lo del intercambio de cuerpos ya lo hemos visto en numerosas cintas) esconde mucho más. Aun sin llegar al tono espiritual de Miyazaki, Shinkai cueta una historia plagada de excelentes ideas, con una brillante muestra de manipulación del espacio y el tiempo (no se puede ni debe contar mucho más para no reventar el que es quizás el giro más importante de la trama) para contar una bonita historia de amor, donde no falta un humor que en alguna ocasión roza la inocente obscenidad.

El director construye una historia hiperrealista (la recreación de la gran ciudad, con sus trenes, sus muchedumbres, sus luces y su movimiento; y la de la vida en el campo, mucho más sosegada, con sus paseos en bicicleta, sus tradiciones milenarias que siguen guardando las formas aunque el significado cuasi místico ya se haya perdido) en la que los dos personajes están marcados por la distancia que les separa. Es una película sin pretensiones, sin intención de apabullar visualmente, pero con un enorme corazón. Una cinta luminosa y juguetona que hace reír, que hace llorar, en la que todos sus diversos resortes (es más compleja de lo que aparenta) encajan, y en la que queda patente el espíritu de un país que trata de sobreponerse a la tragedia (la historia fue escrita después del terremoto de 2011, el mismo que provocó el desastre de Fukushima) a la que quizás le falle un final demasiado blando, demasiado condescendiente.

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