Juez y Reo

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(Lucas 23, 35-43) NO ES EXTRAÑO que Hegel, el filósofo alemán, viera en vida de Cristo una confirmación evidente de su propuesta de la lógica del proceso de la realidad como la unidad de los contrarios en una identidad que se eleva sobre las contradicciones del principio. Jesucristo, siendo reo, acusado y condenado, torturado y ajusticiado, se convierte en el juez que denuncia la injusticia y la inhumanidad del mundo, el pecado y la cerrazón de todos a la voluntad de Dios.

Pensaban los del Sanedrín y Pilato que juzgaban a Cristo; pensaban que insultaban al crucificado los que lo injuriaban; pensaban sus discípulos que la cruz era su fracaso, el hundimiento de todas sus esperanzas… Y todos se equivocaban. Por condenar a Cristo Pilato y los del Sanedrín sufrieron la condena de la historia; los que insultaban acabaron avergonzados de aquellos insultos; los discípulos comprendiendo que la cruz fue, y es, el sorprendente camino de la esperanza mayor.

El crucificado se convierte en Juez Poderoso; y los crucificados de la hora presente se convertirán un día en nuestros acusadores. Los inmigrantes rechazados y criminalizados nos denunciarán por delito de lesa humanidad; los niños de barrios que sufren el abandono y la marginación nos acusarán de hipócritas y fariseos; los niños down no nacidos, con la complacencia de intelectuales progresistas, testificaran contra ellos por su egoísmo irracional y homicida…

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En su cruz, el Juez Reo perdona a todos; esta es la razón más contundente para deshacer la injusticia y colaborar con un mundo más justo, con un pueblo más humano. ¿Cómo seguir siendo como los que paseaban curiosos e indiferentes por el Gólgota?

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