Ecolovida

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(Marcos 5, 21-43) VIDAS NOS dan para que podamos darla. Parece que es esta la lógica de la Naturaleza, el sentido que inscribió en ella su Creador. El evangelio del próximo domingo nos presenta a Jesús devolviendo a la vida a una niña de doce años. Algunos biblistas apuntan que esa es la edad en la que las niñas se convierten en mujeres fecundas con capacidad de dar vida.

Sorprende que pensando que se defiende a la mujer, se postule el aborto como un derecho. Un aborto siempre es una tragedia; cuando es provocado es, además, una carga terrible sobre la mujer, aunque las noches de lamentación lleguen años más tarde.

Sorprende que quienes creemos que la Naturaleza es fruto de un acto generoso y creativo de Dios mismo, no hayamos puesto más empeño en buscar la armonía entre nuestro desarrollo económico y la custodia del medioambiente; que hayamos permanecidos impasibles o cómplices con quien destruía la creación por simple afán de dinero.

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Sorprende que nos preocupemos por la extinción de especies animales o vegetales, y nos hayamos olvidado, muchas veces, de los rostros concretos de hombres, mujeres y niños que mueren cada día por la especulación financiera con el trigo y el arroz, con la contaminación del agua que millones de personas han de beber.

Dios, nuestro Dios, ama la vida y nos da, tiernamente, la capacidad de contemplar y acariciar; nos ha hecho capaces de dar luz a la vida y de dar a luz nueva vida. En las Iglesias deben colgar carteles a favor de la vida, y del trabajo justo, y del respeto a la mujer, y del respeto al medioambiente, y de la paz, y del amor de la familia: Cristo vino a darnos vida y vida en abundancia.

 

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