Sombra somos

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HACE CUARENTA años se enseñoreaba por las mejores calles de la ciudad o por la plaza del pueblo. Pelo cardado; joyas al cuello, carmín en los labios; traje, prudente y elegante, pero evidenciando a las claras su precio. Quizás no soportara que nadie la aventajara en lo que entendía por elegancia y finura. Quizás fuera el azote de malas costumbres y liviandades. Se enorgullecía al creerse la primera, la mejor; sufría si descubría que alguien la aventajaba; se hundía si, en algo, era puesta en evidencia.
Hoy es una anciana sola, la mayor parte del tiempo; viviendo en un rellano grande, inmensamente vacío; acompañada sólo por la mujer de Uruguay que la cuida. También ella profundamente sola, porque ha tenido que dejar padre, madre, hijos, pareja y amigos al otro lado del océano. Dos soledades que conviven, que se alivian, que suspiran juntas.
“Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”.
El sentido de nuestra vida es amar y ser amado. Todo afán de dominio, de orgullo, de ser los primeros, ¿no tiene el inexorable destino de acabar en el fracaso y en el esperpento?
Lo que vives y haces te construirá a ti mismo, y construirá Reino de Dios, si lo haces desde la humildad y la alegría de saber quién eres: alguien a quien el Padre mira en su humillación –así nos lo decía una gran mujer, María de Nazaret. Pero humildad no es cobardía –nos aclararía ella misma. Todo lo que Amor te pida hazlo con decisión y arrojo.

(Marcos 9,30-37) HACE CUARENTA años se enseñoreaba por las mejores calles de la ciudad o por la plaza del pueblo. Pelo cardado; joyas al cuello, carmín en los labios; traje, prudente y elegante, pero evidenciando a las claras su precio. Quizás no soportara que nadie la aventajara en lo que entendía por elegancia y finura.

 

Quizás fuera el azote de malas costumbres y liviandades. Se enorgullecía al creerse la primera, la mejor; sufría si descubría que alguien la aventajaba; se hundía si, en algo, era puesta en evidencia. Hoy es una anciana sola, la mayor parte del tiempo; viviendo en un rellano grande, inmensamente vacío; acompañada sólo por la mujer de Uruguay que la cuida. También ella profundamente sola, porque ha tenido que dejar padre, madre, hijos, pareja y amigos al otro lado del océano.

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Dos soledades que conviven, que se alivian, que suspiran juntas. “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”.El sentido de nuestra vida es amar y ser amado.

Todo afán de dominio, de orgullo, de ser los primeros, ¿no tiene el inexorable destino de acabar en el fracaso y en el esperpento?Lo que vives y haces te construirá a ti mismo, y construirá Reino de Dios, si lo haces desde la humildad y la alegría de saber quién eres: alguien a quien el Padre mira en su humillación –así nos lo decía una gran mujer, María de Nazaret. Pero humildad no es cobardía –nos aclararía ella misma. Todo lo que Amor te pida hazlo con decisión y arrojo.

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