La mentira por bandera

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1101LA DEUDA

Dicen que antes se pilla a un mentiroso que a un cojo. Aunque también hay mentiras que, de tanto repetirse, llegan a convertirse en verdades. Ese es el tema principal de esta película, remake de otra de origen israelí e inédita en nuestro país (no será necesario hablar, otra vez, de la falta de ideas originales y la necesidad, pues, de reciclar viejas historias). Y ningún género mejor que una cinta de espías (casi al modo clásico) para hablar de ello, de las falsedades, de las medias verdades, de lo que se oculta, y de lo que ello puede acarrear a los que callan, a los que guardan secretos.

{xtypo_code}Estados Unidos, 2010 (113′)
Título original:  The debt
Director:  John Madden.
Producción: Eitan Evan, Eduardo Rossoff, Kris Thykier, Matthew Vaughn.
Guión: Matthew Vaughn, Jane Goldman, Peter Straughan, basado en la película Ha-Hov
Fotografía: Ben Davis.
Música: Thomas Newman.
Montaje: Alexander Berner.
Intérpretes: Helen Mirren (Rachel Singer), Tom Wilkinson (Stephan Gold), Ciarán Hinds (David Peretz), Jessica Chastain (Rachel, joven), Marton Csokas (Stephan, joven), Sam Worthington (David, joven), Romi Aboulafia (Sara Gold), Jesper Christensen (Doctor Bernhardt), Brigitte Kren (Sra. Bernhardt).{/xtypo_code}

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La cinta cuenta una historia a dos tiempos, de un lado nos sitúa en el Berlín de la segunda mitad de los años sesenta. Allí, Rachel, Stephan y David son agentes del Mossad israelí, cuya misión es capturar a un conocido criminal nazi y llevarlo a su país para que sea juzgado. De otro, en los años noventa, Sara, hija de Rachel y Stephan, es una periodista que ha escrito un libro sobre la historia, con la ayuda de sus progenitores, que siguen siendo considerados unos héroes por lo ocurrido treinta años atrás.

La deuda se apoya fundamentalmente en dos pilares: su historia y sus personajes. La trama, a pesar de algunas carencias, es ciertamente potente, logra plasmar la confrontación del pasado con el presente, a través de una estructura fragmentada, y mostrando los estragos que el paso del tiempo, y cómo lo que ocurrió entonces, ha dejado marcas profundas en los personajes que vivieron aquello. Por otro lado, los siete personajes principales, los tres agentes de las dos épocas, y sobre todo Jesper Christensen como el viejo y sádico oficial nazi, reciclado en doctor, levantan una película que, tras dos primeras partes de gran viveza y fuerza, se diluye en su tramo final, en una larga secuencia en la que nada resulta creíble y que, en algunos momentos, llega a resultar casi risible.

Y es una pena que una buena historia termine estropeándose de esta manera. Porque el mensaje, lo que da vida a esta cinta desde el principio, es claro a lo largo del metraje: la mentira hace daño, incluso al que la profiere, que termina cansado de mantener oculta la realidad, luchando contra el remordimiento que le causa no dar a conocer la verdad, manteniendo unas apariencias que no le corresponden. Pero, como decimos, se desinfla con una conclusión risible, absurda, que termina por reventar una película con alguna que otra carencia, y bastantes virtudes.

 

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