La calle Campoamor (I)

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2401Dos Hermanas, 1940-1945

Hoy me presta su memoria quien antaño fue testigo, la razón de cuanto escribo de la «Calle Campoamor». Alusión literaria entonces para el reconocimiento de los poetas en Dos Hermanas; nombre recuperado en su caso tras la guerra civil española y en homenaje de nuevo al asturiano D. Ramón de Campoamor y Campoosorio, …sólo hasta hace unos años; en actual alusión a la heroína Dña. Clara Campoamor Rodríguez (luchadora nata del sufragio universal).

1940 me sugiere imaginar una puerta en el tiempo, cruzarla y descubrir mi pueblo de ayer en «blanco y negro»; todo cuanto acontecía un día cualquiera entre los nazarenos de aquella época. Como ejemplo …la mencionada calle al azar elegida de entre las más antiguas del pueblo, como intención …la de brindar por nuestros antepasados; cuyo tesón y esfuerzo vencieron el periodo más difícil de nuestra historia reciente.

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De repente me siento extraño; nublado el pensamiento de un místico letargo. Me dispongo a descansar, pero sin mediar el sueño abro los ojos y me veo esquivando un carro por un camino de tierra. Tras la inquietante «polvareda» me aparece un niño de unos ocho años cuya oportuna «violencia» pudo apartarme y librarme del atropello, el mismo al que increpan y gritan «”Joselito, Joselito”,» al ritmo impetuoso de mis latidos. Todo queda en un susto agradecido junto a un simple «rasguño de sangre» en el brazo izquierdo por la caída, pero al levantarme complacido me angustia el comprobar que nadie podía verme; ni siquiera aquel «municipal» (excombatiente que integraba el nuevo cuerpo local).

{xtypo_quote_left}Barrio del saco llamaban a la calle consecuencia de su uso cuando llovía{/xtypo_quote_left}

De pronto suspiré silbando el aire, tras comprobar que al menos José y Manuel sí que me veían. Me refiero a Manuel; un zagal de unos 12 años que venía en bicicleta  desde «Maestre», aquel dispuesto a socorrerme parando junto a Joselito»; el pequeño héroe que tal cual seguidilla tiraba y tiraba de mi (obnubilado) pues aún corríamos peligro entre las bestias y los carros. Y es que estábamos en «El Filato» junto a la carretera Sevilla-Cádiz (hoy Avenida de Andalucía); uno de los «puestos guarda consumo» para imposición de impuesto sobre todo producto o mercancía que llegase al pueblo, donde comenzaba la «Calle Campoamor. Adentrarnos en ella fue su empeño; mi paseo en el tiempo por un camino de grava y guijarro con aceras ya cementadas por Diputación; de tizo señaladas por un grupo de niñas que dejaban la comba para jugar al pique. Las casas …»de medio sitio» en su mayoría, bajos de blancos tapiales de cal, tierra y albero. Planas tejas y vigas al descubierto; sin techo raso en el interior, suelos de cemento o basto ladrillo que las mujeres fregaban con un trozo de saco.

{xtypo_quote_right}La idiosincrasia de un pueblo sencillo y humilde llevado al extremo de la posguerra{/xtypo_quote_right}

Precisamente «barrio del saco» llamaban a la calle y su contorno, consecuencia al parecer de quienes se tapaban con uno cuando llovía. Ruda pero sana inclemencia para con un vecindario sin medios; faltos de cualquier buena nueva. Por no tener, ni luz eléctrica tenían; valiéndose de candilejas de aceite cuya torcía de algodón» encendían para iluminarse, y en algunos casos; …de aquellos quinqués de petróleo con graduación tras prender la «torcía de lona» que tanto tiznaba. Para refrigerar usaban tinajas de barro (botijos para el agua), mientras que para lavar; las mujeres lo hacían sobre refregadores de madera en pilas de piedra junto a los patios (lavaderos), mediante pastillas de jabón o la llamada clarilla: lejía» de aquella que resultaba tras el asiento de las cenizas del carbón en el agua; sobrante de los hornillos donde cocinaban, o de las «copas de cisco picón» con las que se calentaban en invierno. En cualquier caso usaban agua de pozo (de medianera o de aquellos particulares en su mayoría), pues tampoco había red alguna de abastecimiento público. No obstante Manuel «el aguaó» (apodo que aún conserva su familia), pasaba con frecuencia con una «pipa»; un bocoy o barril de agua potable que abastecía de cántaros a quien le compraba (10 céntimos de real la perra gorda, 5 la chica,…), como solución a los casos de insalubridad.

{xtypo_quote_left}La calle era un camino de grava y guijarro con aceras ya cementadas por Diputación{/xtypo_quote_left}

En fin, meritoria forma de vida (testimonial experiencia) que tanto llamaría mi atención; hasta de como y cuando la gente dejaban las puertas abiertas. Curiosa costumbre a interpretar con independencia de la seguridad que percibieran; en el hogar cuya necesidad quizás, facilitaba aún más la hospitalidad innata; la idiosincrasia de un pueblo sencillo y humilde llevado al extremo por la posguerra latente; la misma que pude comprobar en las casas que visitamos, así como al oír un grupo de críos acudiendo al llamado «comedor del gobierno» (corrían «los años del hambre»). Tras la emotiva observación continué paseando, triste pero embelesado aún; por suerte y por la peculiaridad en todo: curtida ropa de patén y demás vestimentas de la gente inclusive, también la de José «el basurero» (José «el Melaguillo»); durante el tiempo en que desempeñó dicho trabajo con su carrillo recogiendo los residuos de alimentos en su mayoría, para luego llevarlos a los terrenos de Alfonsito el de Justo» donde hacían abono para la siembra a partir de lo recogido: basura que también muchos quemaban en los corrales si es que allí los habituales animales de labor no se la comían antes, y es que la mayoría de las viviendas tenían alguno.

{xtypo_quote_right}Ni luz eléctrica tenían y usaban agua del pozo o la compraban a Manuel “el aguaó”{/xtypo_quote_right}

No hacía frío ni calor; sol inocuo tono sepia. De pronto me deslumbran los gajos de luz; no más que al paso de una guapa muchacha que saludaba a mi joven guía y amigo; fue cuando recordé que a mí nadie podía verme. Prendado me giré siguiéndola con la mirada hasta entrar en el número 11 si no mal recuerdo; sorprendido en demasía por cuanto me recordaba su voz, planta y figura. Por el momento José no me dijo nada de ella, por lo demás… insistía en que ahora me asomara a la esquina; en que viera el entorno de su calle (las afueras del pueblo entonces), pues ya estábamos al extremo y final de la misma. A la derecha el barrio «La Jarana», por donde él y sus amigos cruzaban para bañarse en la Cantera de Crespo»; allá por Cantaelgallo», y es que los periodos largos de lluvia la convertían en un inmenso «manantial». Me señaló a lo lejos la choza de Manuel «el Gitano» (esquilador); en la que fuera «esquina de Pilongo» con los años, a partir de la cual todo era campo entonces; donde la «Cantera del Ratón»: fuente igual de material para la construcción de la época (albero y cal de las piedras que deshacían en los hornos). Ya mirando al centro me citó la «Calle del Rey» (hoy «Calle Santa Elvira»); cuyo negocio de compra y venta (el del apodado «el Rey»), superaba el de cualquier chatarrería que se le pareciera. Por último a la izquierda en la esquina de enfrente: la barbería de «Manolito el de la Gili»; donde aún hoy la tienda de Antonio López, mientras que más allá estaba la vivienda y taberna (trasladada luego a la carretera) de «Currillo Márquez» (sobrino del que fuera Rafalito el del vino») junto a Dolores «la Lucera» (tía del joven Manuel); …en la prolongación de la «Calle San Sebastián» (hoy Cristo de la Veracruz») la cual nos acercaba al centro de Dos Hermanas. Ya de nuevo en Campoamor», volví siendo ilustrado por la relación ordenada de vecinos que allí vivieron:

Manuela Cala, Ana «la del Vino», Pepa «la del Monda» y su cuñado, «Chaparrejo», «Aguilita», Andrés (primo de «Joselito») y su esposa Rosario (hija de Jesús «el Carpintero» de la calle San Fernando), Juan Llero, Valme «la Pataslargas» y su madre,»El Paquino», Carmen «la del Melero», La Lebrijana», «El Lucero» y su esposa María «la del Lico» (tíos del joven Manuel y padres de Alfredo el de la semillería), Juan el de Algodonales» y su esposa Mariana», «El tío Camuñas», María «a Molondra», Pastora la Miñota» (la madre del soldao») a quien mataron marido («Caserón») y dos hijos durante «el movimiento», Alberto y luego «los Beni» (Benito Cordero), Isabel «la de Mena», María «la Chapina», «El Niño Mena», «los Capirote», Manolo «el Pitaco» y su esposa Isabel «la Pitaca», Encarna, María la Pavera», Carmen «la del Carrero», «Joselito el de Utrera», el Romanito», «el Yunquerano» y su esposa Marcela, Isabel «la ligera», Gertrudis (cuñada de María «la de Callejo» (tía de José)), Velmira y su esposo Manolillo el de la Menúa», el Cabañiz •••

(Continuación)

 

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