La artista nazarena derrochó arte y voz durante la presentación de su último disco, ‘Los Buenos Días’
Ya es hora de que comencemos a separar a la Melody de De pata Negra, con sus bailes gorilas, y a la de Los Buenos Días, porque entre una y otra hay un abismo, aunque con la misma base de buena artista que ya despuntaba allá por el año 2001 cuando se hizo famosa, con apenas 11 años, en todo el mundo con su Canción del Gorila.
El pasado viernes Melody presentó en el auditorio su último disco, Los Buenos Días, delante de sus vecinos. A punto de cumplir la mayoría de edad, Melody ha pasado de niña a mujer. Toda una mujercita, muy alta, con unos tacones de vertigo, súper ceñida y con la cabellera rizada y cobriza al viento, la artista apareció en escena pasada las 23:30horas, entonando el tema que da nombre a su último trabajo.
Como con palabras Melodía fue incapaz de expresar lo feliz que se encontraba de cantar en su ciudad, lo hizo como ella mejor sabe hacerlo, cantando y moviéndose sobre el escenario como nadie. Parecía una espiga, tan alta y delgada, movida por el viento. Sus movimientos de caderas, además de su ombligo, siempre al descubierto, no tienen nada que envidiar a la reina de los ‘caderazos’ hasta la fecha, la latina Shakira. ¡Qué vitalidad!
Y es que la niña tiene arte y, como dirían los mayores, lo mismo vale para un roto que para un descosido. Cantó flamenco por bulerías, bailó, entonó temas más poperos y latinos, cogió una guitarra, cual cantautora, y entonó algunos temas más pausados y románticos, “para los que están enamorados”, y como en Dos Hermanas estaba “como nunca”, se atrevió hasta a presentar un nuevo tema, Qué será de mí, dentro de esta nueva vertiente pop-melódica que ha adoptado la artista.
De pata negra
Aunque de sus comienzos no se escuchó ningún tema, por mucho que parte del público esperase ansioso la llegada del gorila, Melody sigue siendo de pata negra. Lo lleva en la sangre y se puso de manifiesto cuando rescató temas de discos anteriores, que fue intercalando con la presentación una a una de sus nuevas creaciones. Recuperó la Novia chiquita, Agítalo, con bailarines incluidos, La cuerda de mi guitarra y Ese niño, compuesto por uno de los integrantes de Andy y Lucas, y que se ha convertido en uno de los estandartes de la nueva Melody.
“Quiero que sepáis”, confesó al comienzo del espectáculo, “que hoy planto mi corazón aquí para todos vosotros”. Y vaya si lo plantó, aunque la artista se topase con un público poco entregado y receptivo, con algunas excepciones, que contemplaba el concierto como el que ve un documental de Félix Rodríguez de la Fuente. Menos mal que Melody es mucha Melody y lo dio todo sobre el escenario, demostrando que un artista lo es en cualquie circunstancia, ofreciendo a los nazarenos un completo espectáculo en el que prevaleció, además de su fuerza en escena, una imponente voz.
Además, dicen que de bien nacidoes ser agradecido y la cantante lo demostró el pasado viernes. Al final del espectáculo, ya con poco público entre las gradas, Melody volvió a salir para interpretar los bises, confesando a los allí presentes que “os quiero, os necesito y sin vosotros muero”. Larga vida a Melody.
Todo queda en familia
Melody estuvo acompañada en su aventura nazarena por Los Kiyos, quienes, a modo de teloneros, pusieron la nota rumbera cañí. Para caldear un ambiente frío entre el público, el grupo nazareno recordó clásicos de este género como Son fantasías, Se muere de lache o Mala, malita, mala. Asimismo, recordaron un tema de Jero, de Los Chichos, Dónde vas, y hasta se atrevieron con un fandango de Farina. En es escena, los arroparon Paqui y Pepi, hermanas y primas de sus integrantes, que derrocharon arte y tronío.