Entre el desencanto y el autoengaño

0
- Publicidad -

( Mateo 13,24-43)  Ya saben ustedes que hay dos clases de temor: el temor servil y el temor filial. Hay quien obedece un mandato por temor al castigo que pueden infringirle. Este es un temor que esclaviza; es, a veces, hipócrita y mezquino.  Hay también quien teme hacerle daño o hacer sufrir a quien le ama. Este es el temor filial porque es el que vive el hijo que no quiere ofender ni entristecer a su padre bueno. Este temor nace del amor, de la confianza, de la intimidad y del respeto. Este temor muestra que vivimos un amor más grande que nuestros propios deseos; que no vivimos de caprichos, sino de entregar nuestra vida a quien nos ama y a quien amamos.

Lo único que entristece al Padre es que no amemos a los demás, o que no nos amemos a nosotros mismos, o –dicho de otra manera—que no lo amemos a El.

 

- Publicidad -

Cuando criticas a tu hermano por divertirte, aunque esa crítica sea cierta, estás entristeciendo a Dios. Cuando utilizas al otro como objeto de placer, aunque él consienta, estás entristeciendo a Dios. Cuando pierdes el sobrecogimiento ante los misterios de la vida humana y de la fe cristiana, tu Padre se entristece. Cuando explotas a tu hermano –tu hermano el obrero, el inmigrante, la mujer de la limpieza…—Dios mismo se duele de esa explotación.

No tengas miedo a Dios, que Él no te castiga. Ten miedo de ti mismo; de quedarte sin fruto, sin alegría, sin vida, por perseguir vanidad y viento.

Ten temor de Dios porque se entrega por ti en Jesucristo, y en tantas personas que viven el amor. Ten por Dios el temor grande que nace del amor más profundo a quien te da la vida.

 

- Publicidad -

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí
Captcha verification failed!
La puntuación de usuario de captcha falló. ¡por favor contáctenos!