Hispanidad de los pueblos

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Hispania fue una invención romana y ha significado muchas cosas  en el mundo: personajes importantes en todos los ámbitos de la cultura, de la política, de las ideas, poder, grandezas y miserias no siempre reconocidas. Pueblos con carácter y carismas donde los haya. Al correr los siglos, a todo ese conjunto heterogéneo se le dio el nombre de Hispanismo o Hispanidad. Se resaltaban así un conjunto de valores que configuraban la esencia de lo hispano o español. En los países colonizados de América quedó, como una señal de identidad, el nombre de hispanos. 

Es bien conocido que cuando las cosas pasan de ser concretas y particulares a formar parte de un absoluto, los individuos se pierden en ese mar indefinido, en esa idea. Y que al idealizar los tiempos paramos y generalizamos la Historia, peligroso hacer aunque se tratara de momentos magníficos y especiales.

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote es, a juicio de casi todos, el mejor libro de la literatura española y creo que se puede decir sin error que lo es también del pensamiento español. Las andanzas del caballero Alonso Quijano se tomaron por muchos como entretenimiento lejos de lo que, parece, Cervantes se proponía, a saber, la rechifla de absolutismos y esencias de un lado y pedagogía para españoles de otro.

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Desde hace siglos, y en especial desde el XVI, querían los que tenían el poder que todos fuéramos uno,como un racimo de uvas. Cosa que, en verdadera substancia, es atribuible sólo a la Trinidad Santa. Que muchos sean uno es algo difícil y empinado. ‘Uno’ es un concepto, es un absoluto. Estas metafísicas hicieron sentirse a los dominadores gente superior, capaces de vivir de la no realidad, siempre vigilantes para reprimir a aquellos que trataran de descubrir la singularidad de los pueblos, de las cosas, de los individuos.

Por otra parte seguir las pautas y las reglas de nuestros mayores no siempre se ha estimado  conveniente sin hacer un delicado examen de sus usos, maneras y actitudes y más ahora que los saltos cuantitativos de la vida están produciendo referentes cualitativos distintos a los habituales en la Historia. En nuestros días somos tantos que se impone como prioridad la realidad plural y el respeto a las ideas. Respeto no pasivo, sino comprometido y activo, según la justicia e igualdad que  da a cada uno lo suyo. Respeto coactivo frente a las injusticias.

La Hispanidad de otrora ya no se recibe bien por algunos y aunque estuvieran dispuestos a respetar sus ideas no podrían dejar de condenar acciones hispanas muy duras en la Historia. De suerte que  Hispanidad y democracia en cierta manera se oponen, al menos en cuanto al modo. La primera está concebida en valores y principios desde arriba. La segunda en experiencias y resultados que funcionan  desde abajo.

En la famosa danza de la muerte de nuestros clásicos, bailaban agarrados de la mano el emperador, el papa, el labriego y el pordiosero. En nuestro tiempo la misma danza se repite y bailan al son de la muerte los grandes de la política, de la economía, los líderes del pensamiento, del marketing y, en la cola se agita, como en un efecto mariposa, un ejército incalculable de pueblo llano. Pero es de advertir que ahora la cola tiene mucho que decir y decidir.

Hoy se empieza a creer por algunos que la Hispanidad es un mito innecesario cuando no peligroso. Un mueble incomodo que nos trae recuerdos de todo tipo, mejores y peores. Cervantes tomó muy en serio la figura del “caballero español” por los peligros que suponía para la sociedad y trató de mostrar cuántas veces el tal caballero es tan pobre hombre como los tenidos como hombres pobres. Cervantes quiso ayudar a nuestras hispanidades a reconocerse plurales e imperfectas para que nunca más empezáramos a construir la casa por el tejado.
Hasta el momento sólo tuvo un éxito moderado.

En una parte, la Hispanidad se construyó a tiros y cañonazos, expulsiones, fundamentalismos, persecuciones de ideas y otras maneras que ahora queremos desechar. Los dominadores de otros tiempos, viendo a tantos dominados, estaban orgullosos de tanto dominio. Y a eso le llamaron paz. Sin embargo, la paz es ahora entendida como  trabajo diario de todos en Hispania y en beneficio de todos. Es la paz del mito democrático. Por eso, se busca una Hispanidad de los pueblos de Hispania, nación de naciones, junta de singulares, federación de federados, libre en las individualidades, cohesionada generosamente. Una Hispanidad que, ya, más que descender, ascienda en paz y respeto a su propia diversidad. 

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