Vocación

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( Lucas 10, 1-20) Sin una misión en la vida nos sentimos vacíos e infelices. Cuando tenemos una tarea o un quehacer nos sentimos necesarios y sentimos que tenemos valor.

Es quizás una falsa idea: toda persona tiene un valor inmenso aunque no pueda hacer tal o cual cosa que le piden o que ella misma se propone; pero es una idea que tiene tras de sí una verdad grande. Nuestra vida es siempre misión; sólo encontraremos el sentido de nuestra vida cuando descubramos la misión que nos corresponde.

Cuando el anciano descubre que su misión dejó de ser trabajar y producir y encuentra la nueva misión de acoger y mimar a sus nietos vuelve a encontrar el sentido de su vida. Cuando el enfermo descubre que él en persona se ha convertido en una llamada a la generosidad y  a la entrega de todos los suyos deja de ver su enfermedad como condena y comienza a verla como posibilidad; dolorosa posibilidad, no hay que engañarse.

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Tu misión en la vida va cambiando porque tu realidad cambia. Para encontrar el verdadero sentido de nuestra vida hemos de estar atentos a la realidad que nos rodea, en la que vamos viviendo, y escuchar en ella la llamada de Dios que nos necesita para construir su reino. Todos necesitamos escuchar a Dios en la realidad que vivimos, todos necesitamos escuchar en la profundidad de nuestra vida para qué nos necesita Dios, siendo como somos, tal como somos. Eso es la vocación.
¿Cuál es tu vocación en esta etapa de tu vida?

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