Me entrego a ti

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( Lucas 9, 51-62) En un momento del rito católico del matrimonio se dicen, uno al otro los novios: “Y me entrego a ti”. El matrimonio, tal y como lo entendemos desde la fe, es una entrega personal y sin condiciones al otro. Una entrega que se hace realidad en los problemas cotidianos, en la vida de comunión.
La entrega no es sólo un valor para la vida de pareja. Toda la vida personal está transida por la entrega: la pareja, los hijos, la familia, los amigos, el trabajo, el deporte, etc. Ninguna persona alcanza la felicidad y la plenitud sin entregar su vida por completo a las otras personas, o al Otro que es Dios.

La experiencia de fe es experiencia de entrega radical y cotidiana a Quien sabemos que nos quiere más que nosotros mismos podemos hacerlo. Los creyentes sabemos que Dios se nos entrega en la vida, en los nuestros, en el amor y la libertad que vivimos; y queremos corresponderle  entregándole todo lo que somos. Toda verdadera oración implícitamente dice: “Aquí me tienes, Señor, quiero, sólo, hacer y vivir, y amar lo que tú quieras. Quiero entregarme a Ti”.
No sé si es difícil, pero es el único camino de vida.

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