Soy uno de los muchos afortunados que me relaciono con él (sin atreverme a considerarme amigo aunque me encantaría) y en estos momentos en que su salud está un tanto delicada, no he podido resistir la tentación de escribir estas líneas para expresar mi respeto y admiración por alguien a quién por unanimidad se considera “buena persona” y “cabeza de familia ejemplar”. Esto no es nada nuevo, como tampoco lo es su disposición para colaborar en todos los actos benéficos en que se le solicita desde centros de enseñanza hasta romerías.
Dentro del beticismo, además, se le reconoce con otros calificativos como “bético ilustre”, “leyenda del beticismo”, “historia viva del Betis”, “fiel y honesto seguidor del Betis”,… yo además le añado Catedrático de la Vida, pues D. Pedro siempre tiene las palabras precisas: en los momentos difíciles para levantar el ánimo; en las alegrías, para saber medir la euforia sin perder la compostura (recordemos aquellas sevillanas a la Virgen del Rocio) y en todos los casos sabiendo escuchar y dedicando palabras amables y mesuradas a su interlocutor.
Espero y deseo que la semilla que él ha puesto en el Real Betis siga germinando el ejemplo de dedicación y coherencia para el engrandecimiento de nuestro “glorioso” en este año del centenario y en adelante.
Desde aquí, mis mejores deseos para que se recupere lo antes posible, él sabe que Dios está de su parte, y doy apoyo a su familia para que, si en algo puedo ayudar, cuenten conmigo.
Indudablemente que habrá plumas más notables que se puedan referir a D. Pedro con expresiones mejor construidas que éstas mías, pero seguro que no con más afecto. Y termino parodiando a D. Pedro en el final de sus disertaciones: He dicho.
