Ruta del Salto del Cabrero-PN. Grazalema

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viajesPensamientos sobre el camino

Ubicados en la localidad de Grazalema, nos disponemos a  iniciar la ruta que une las localidades de Grazalema, Benaocaz y Ubrique con un recorrido total de 13 kilómetros, atravesando el Salto del Cabrero. En esta ocasión somos quince los  senderistas del club Señal y Camino dispuestos a patalear estos montes.

viajesSon las 9:30 de la mañana y con una temperatura agradable, las botas bien atadas y algo de sueño, empezamos a andar.

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La ruta la tenemos dividida en tres bloques:
1.-Grazalema-Puerto del Boyar: 1,8 km.
2.-Puerto del Boyar-Benaocaz: 7,2 km.
3.-Benaocaz-Ubrique: 3,5 km.

En el primer tramo, el camino corre paralelo a la carretera. Es suave, sin dificultades. A ambos lados emergen de la tierra cientos de arbustos, frutos silvestres y distintas familias de coníferas. El olor de las plantas es intenso, el color invernal de los tallos asoma de forma tímida entre el follaje. El camino impregna nuestras sensaciones. Seguimos andando.

En la parte derecha de la senda, tras pasar un pequeño puente, una calera nos hace detener. Un cartel nos explica cómo antiguamente la gente del lugar fabricaba su propia cal, con la que posteriormente encalaba las paredes de las casas.

Ya estamos en el puerto del Boyar, con sus 1103 metros de altura. Las vistas desde aquí son impresionantes. Tras pasar una cancela, que siempre deberemos cerrar, empieza la ruta sin lugar a dudas más interesante.

A lo lejos, muy a lo lejos, una silueta picuda medio oculta entre la bruma. Un cortado deslizante, un tajo, un hachazo de la naturaleza. El Salto del Cabrero se impone en la lejanía.

El camino, como un atrayente imán, nos acerca hacia él. Delante, un cortijo blanco, medio sombreado, rodeado de una arboleda verde, rojiza, y de otra tanta combinación cromática. Pero aún esta lejos, tenemos que llegar.

viajesEl camino es cómodo, las vistas en los cortados nos impresionan. En la derecha, la sierra del pinar con su torreón parece saludar. En frente, en el horizonte, las nubes descansan, como pequeños algodones, agazapadas entre los picachos. Pero yo sigo pensando, sintiendo.

El camino parece caer al vacío, gira a la derecha casi de forma intencionada, y en un pequeño saliente, un bello mirador. Sí, allí está de nuevo, el Salto del Cabrero, imponente espera nuestra llegada. Paciencia, te tocaremos, te abrazaremos, te sentiremos.

En la finca, tras pasar dos pequeñas verjas, un sonido intenso penetra en nuestros oídos de forma agradable, el silbido de los pájaros, el viento azotando las hojas de los árboles nos sobrecoge. En el camino, un pequeño bosque de quejigos y otros árboles nos abrigan al pasar. Cientos de cabras salen a nuestro encuentro, cientos menos una, que con su madre amamanta de forma placentera refugiada tras una pequeña roca, yo la observo, mis compañeros se adelantan, y yo rezagado sigo pensando.
Como antesala al Salto del Cabrero, la senda se allana, y decorada por cientos de flores, amarillas, violetas y rojas parecen preparar un escenario de encuentro con este majestuoso salto. Grandes rocas salpicadas por todas partes, algunas con forma curiosa, otras simplemente están ahí, observando la historia, los años, el tiempo.

En un extenso valle, con un sol radiante, las vacas pastean y varios grupos de cochinos hurgan entre las hojas en busca de comida.

A unos 50 metros el mirador del Salto del Cabrero. Ahora sí, ahora sí te huelo, sí te veo, sí te siento.
Los buitres como guardianes descansan sobre grandes paredes, lo vigilan, lo cuidan.
Una fuerte herida, sin sangrar, tiene este salto, pero los años, los siglos y el tiempo han borrado esta herida, ya no sufre, todo lo contrario, se siente orgulloso de este corte, porque este corte es distinto, original. No es un simple monte, es el salto del cabrero.

Desde el puerto del Boyar hasta aquí, son cuatro kilómetros de bello paisaje. Ahora, atravesando una gran llanura, nos dirigimos al puerto de San Fernando, enfrente Benaocaz destaca entre la montaña con un blanco intenso.

El camino empieza a descender bruscamente y con un gran desnivel llegamos a un pequeño río, que aunque seco en este momento, es un lugar agradable. Un pequeño puente romano, y algunas pequeñas pozas embellecen el lugar.

Atravesando el pueblo de Benaocaz nos dirigimos hacia Ubrique, de este modo entramos en nuestro tercer tramo del recorrido. Nos separan unos 3,5 kilómetros y una hora de camino.
La senda discurre por una calzada romana, al principio, entre grandes chumberas, y más adelante distintas variedades de plantas dan aroma al recorrido. El camino sigue descendiendo, y a ambos lados grandes montañas  arropan al paisaje.

Son las 14:30 y estamos en Ubrique. Tenemos el tiempo justito para comer algo, y a las 15:30 debemos coger el autobús que nos llevará de vuelta a Grazalema.
Pero después de esto sigo pensando…

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