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(Juan 13, 33-37) POR LA ENCARNACIÓN del Hijo de Dios en nuestro mundo, los cristianos estamos llamados a vivir en los distintos ámbitos donde nos movemos con las actitudes de Jesús. Él vino al mundo para sembrar su justicia, su gracia y su perdón, para que reconociéramos la huella de Dios en su creación, y viviéramos de tal manera que nuestro corazón descubriera en lo pasajero el amor eterno del Padre.

Descubrir en lo que pasa el amor eterno del Padre: descubrir el amor del Padre en la infancia de nuestros niños que va pasando dulce e irremisiblemente; descubrir el amor eterno en los amores pasajeros de los adolescentes; descubrir el amor del Padre en al amor de familia, con sus limitaciones y grandezas; descubrir el anhelo de justicia eterna en las luchas concretas, y a veces ambiguas, con las que buscamos un mundo mejor.

Hacer de nuestro mundo un escenario de luchas de poder, de conflictos por ser el primero; un escenario donde quien más puede más disfruta a costa de los débiles; un escenario donde aparentar lo que nos creemos que somos o lo que sabemos que no somos… Todo esto es hacer de nuestro mundo un mundo inmundo. Lejos de la Iglesia y de los cristianos vivir así, mundanamente.

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El Gran Poder de Jesucristo en este mundo es su amor en la cruz; acoge tú también ese gran poder en tu debilidad.

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