Las cuentas pendientes

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TODOS LO SABEN

El hecho de que un director como Asghar Farhadi, ganador en dos ocasiones del Oscar a la mejor película de habla no inglesa (por las fantásticas Nader y Simin, una separación y El viajante) se ponga tras la cámara para mostrar su modo de ver las relaciones humanas, los sentimientos y emociones que nos mueven, más allá de que esas historias sucedan en Bagdad o en un pueblito cercano a Madrid, es ya motivo más que suficiente para que el espectador cinéfilo acuda al cine a ver esta muy interesante (aunque no redonda) Todos lo saben.

Laura regresa a su pequeño pueblo natal junto a sus dos hijos desde Buenos Aires, donde se mudó muchos años atrás. Viene a la boda de su hermana pequeña. Tras el reencuentro con su familia y con viejos conocidos, tiene lugar la celebración, durante la cuál sucede un apagón. Cuando la luz vuelve, la hija joven y enfermiza de Laura ha desaparecido. Es entonces cuando llega el drama. Y en la tensa espera, secretos del pasado enterrados hace mucho tiempo, que saldrán a la luz para sacudir la vida de todos los implicados.

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Farhadi se mueve como pez en el agua en el tema de mostrar los sentimientos humanos, como elementos universales que funcionan y que son reconocibles independientemente de donde se desarrollen sus películas. Aunque no hable el idioma en el que rueda (su español es casi nulo). Porque las emociones (aquí el dolor y la pérdida) no entienden de lenguaje.

Ficha ténica y artística

España-Francia-Italia, 2018 (132′)
Escrita y dirigida: Asghar Farhadi.
Producción: Álvaro Longoria, Alexandre Mallet-Guy.
Fotografía: José Luis Alcaine.
Música: Javier Limón.
Montaje: Hayedeh Safiyari.
Intérpretes: Penélope Cruz (Laura), Javier Bardem (Paco), Ricardo Darín (Alejandro), Bárbara Lennie (Bea), Inma Cuesta (Ana), Carla Campra (Irene), Eduard Fernández (Fernando), Sara Sálamo (Rocío), Elvira Mínguez (Mariana), Roger Casamajor (Joan), Ramón Barea (Antonio), José Ángel Egido (Jorge).

Todos lo saben comienza casi como un retrato costumbrista. El retrato de la vida en el pueblo (quizá demasiado fuera de la actualidad), en la que Farhadi sabe crear una pequeña sociedad endogámica con una atmósfera claustrofóbica, iluminada a la perfección por el maestro José Luis Alcaine, para pasar (después del giro fundamental de la trama) a algo muy cercano al thriller. Aunque, como es también habitual en el iraní, lo que importa es otra cosa. Son las relaciones, son los sentimientos, y aquí también es la huella que deja el pasado, los secretos que guardamos, y las cuentas pendientes que ellos ocasionan.

En conseguir que todo ello traspase la pantalla y llegue al espectador tienen papel importante los intérpretes. Un reparto estelar en el que prácticamente todos brillan. Por supuesto, Penélope Cruz (inexplicable que siga habiendo quien diga que no es buena actriz), y Javier Bardem. Ambos nos regalan unas actuaciones casi impecables. Pero sería injusto dejar atrás las magníficas interpretaciones de Elvira Mínguez, Ramón Barea o Bárbara Lennie, quienes, con papeles que se prestan menos al lucimiento, dan cuerpo y verosimilitud a una historia a la que le sobran algunos giros.

Porque a pesar de todo, el conjunto no llega a la perfección que podrían suponer la suma de las partes. La trama toma algunos rumbos poco creíbles, la puesta en escena del pueblo en algunos momentos parece viajar a tiempos más antiguos de en los que se desarrolla la historia. Su final, tras un desenlace del secuestro que no termina de convencer, deja abierta la puerta a una nueva historia, y el espectador se pregunta qué ocurrirá ahora con esos personajes, con esa familia, con esos nuevos secretos que (posiblemente, como los que desencadenan los hechos que aquí vemos) volverán a ser una pesada carga para algunos durante años.

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