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Película La Bella y la BestiaLA BELLA Y LA BESTIA

Desde hace unos años, la todopoderosa Disney está siguiendo por un lado la loable táctica de rodar en imagen real sus grandes clásicos de siempre. Es una táctica que busca lo seguro, volver a rodar una película que sabe que va a ser un éxito.

{xtypo_rounded3}Estados Unidos, 2017 (129′)
Título original: Beauty and the Beast.
Dirección: Bill Condon.
Producción: David Hoberman, Todd Lieberman.
Guión: Evan Spiliotopoulos, Stephen Chbosky, basado en el cuento de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont.
Fotografía: Tobias A. Schliessler.
Música: Alan Menken.
Montaje: Virginia Katz.
Intérpretes: Emma Watson (Bella), Dan Stevens (Bestia), Luke Evans (Gaston), Kevin Kline (Maurice), Josh Gad (LeFou), Hattie Morahan (Agata), Haydn Gwynne (Cothilde), Ewan McGregor (Lumière), Ian McKellen (Ding-Dong), Emma Thompson (Sra. Potts).{/xtypo_rounded3}

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En la parte negativa (el otro lado de la parte loable) sería la ausencia de nuevas historias, la falta de ideas para hacer nuevas películas. Lo normal sería entonces darle un nuevo punto de vista, una nueva visión a la ya conocida historia. Pero en esta ‘nueva’ versión, lo que en realidad ha hecho Bill Condon (director de cintas tan dispares como dos de las películas de la saga Crepúsculo, a la magnífica Dioses y monstruos) se ha limitado básicamente a fusilar la cinta de animación que tanto éxito tuvo en 1991, convirtiéndose en la primera obra de animación que conseguía una nominación al Oscar a la mejor película.

La historia ya es conocida: la joven Bella, mujer adelantada a su época, para salvar a su padre acepta ser la prisionera de Bestia en su castillo encantado. Mientras el bravucón Gastón, más enamorado de sí mismo de lo que dice estarlo de Bella, intenta organizar un rescate, la chica descubrirá la verdadera personalidad que se esconde bajo la apariencia salvaje.

El logro de la nueva entrega está en los efectos especiales, en cómo interactúan los personajes reales con todos los objetos encantados de la casa (aunque es cierto que unos destacan más que otros), por el avance en la tecnología de efectos especiales. En cambio, decepciona la Bestia, aquí más cercana a un peluche gigante deprimido que a un ser que da miedo. Los números musicales (la mayoría ya presentes en la original) cumplen el objetivo pero no sorprenden (algunos, como la escena del baile de la pareja, parecen hechas para salir del paso).

En fin, esta revisitación de la clásica historia que ya ha sido llevada decenas de veces al cine (la última, mucho más oscura y donde las connotaciones sexuales estaban mucho más patentes que en esta visión Disney, fue hace apenas tres años y venía de Francia, donde se desarrolla la historia) será recordada (como mucho) por algún detalle nimio: el personaje de LeFou, por ejemplo, quizás el primero abiertamente gay en una cinta Disney, y poco más.

Y ello por no mencionar la ‘contradicción’ de base de la historia: “la belleza está en el interior”, pero cuando al final se produce la transformación, el príncipe resulta ser un buenazo, un bello por fuera, quedando todo lo anteriormente defendido hasta la saciedad en simple papel mojado.

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