Viaje visceral al pasado

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Película Tarde para la iraTARDE PARA LA IRA

Hasta ahora conocido por su faceta de actor, en la que ha conseguido un Goya y otras cuatro nominaciones, Raúl Arévalo debuta haciendo lo que siempre quiso ser: director de cine. Y lo hace con esta sobria, seca, impactante, dura, intensa, visceral, Tarde para la ira. Una historia que muestra reminiscencias de la obra de algunos directores con los que ha trabajado como actor, con ejemplos claros en Azuloscurocasinegro (de Daniel Sánchez Arévalo) o La isla mínima (de Alberto Rodríguez).

{xtypo_rounded4}España, 2016 (92′)
Dirección: Raúl Arévalo.
Producción: Beatriz Bodegas.
Guión: Raúl Arévalo, David Pulido.
Fotografía: Arnau Valls Colomer.
Música: Lucio Godoy.
Montaje: Ángel Hernández Zoido.
Intérpretes: Antonio de la Torre (José), Luis Callejo (Curro), Ruth Díaz (Ana), Alicia Rubio (Carmen), Manolo Solo, Raúl Jiménez, Font García.{/xtypo_rounded4}

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Tras un atraco a una joyería que sale mal, Curro, el conductor de la banda, entra en prisión. Ocho años después, está a punto de salir y emprender una nueva vida con, Ana, su mujer, y su hijo. Pero a la salida le espera José, un hombre callado que en los últimos tiempos ha estado visitando el bar en el que trabaja Ana, evidentemente enamorado de ella aunque incapaz de declararlo públicamente. Curro, que solo quería olvidar, verá como José le lleva a un viaje al pasado, donde se enfrentará a los fantasmas del odio y a un mundo de venganzas en frío.

Rodada en 16mm, la cinta arranca con un brutal plano secuencia. Arévalo cuenta la historia de un intento de regeneración, de venganzas, en medio de una atmósfera oprimente. Una historia que te atrapa desde el principio y te coge un pellizco en el estómago.

Además, como buen actor que es, se ha rodeado de un elenco elegido con mimo: Antonio de la Torre y Luis Callejo, los antagonistas que lideran la historia, están magníficos (quizás de la Torre debería dejar estos papeles de hombres traumatizados, oscuros, antes de que se le encasille en ellos); pero, incluso por encima de ellos dos, hay dos secundarios sobresalientes, dos actuaciones imperiales, la de Ruth Díaz (que ha recibido el premio a mejor interpretación en una de las secciones paralelas del reciente festival de Venecia), que pone el contrapunto tranquilo, ese remanso de paz alejado frontalmente de la violencia, y sobre todo Manolo Solo, que con una única secuencia, memorable eso sí, tiene ya prácticamente el Goya al mejor actor de reparto en el bolsillo.

Arévalo ha conseguido un debut sobrio, una película dura y sucia, que huele también a Peckinpah, que se mueve por terrenos marginales, y que propone un viaje al pasado en busca de una redención imposible, unos personajes que tienen asumida su fatalidad, una película fantástica en la mejor tradición del buen thriller que nuestro cine está asumiendo en los últimos años.

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