Romance verbal

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Película Nuestros AmantesNUESTROS AMANTES

Miguel Ángel Lamata llevaba seis años sin presentarnos nueva película. Lo cierto es que había muchos que no le echaban de menos en las pantallas. Sobre todo viendo su anterior filmografía (Una de zombies, Isi/Disi, Tensión sexual no resuelta…). Sin embargo, en esta ocasión todo apuntaba a mejor. Y, aunque el resultado final, visto en conjunto, sí mejora (considerablemente) su trayectoria anterior, tampoco es esta esa película que destaca sobre la media de las que llegan a nuestras pantallas cada semana.

{xtypo_rounded4}España-Francia, 2016
Escrita y dirigida: Miguel Ángel Lamata.
Producción: Vanessa Monfort, José Pastor, Miguel Ángel Lamata.
Fotografía: Fran Fernández Pardo.
Música: Roque Baños.
Montaje: Nacho Blasco.
Intérpretes: Eduardo Noriega (Carlos), Michelle Jenner (Irene), Fele Martínez (Cristóbal), Amaia Salamanca (María), Gabino Diego (Jorge), Jorge Usón (Camarero), María José Moreno (Úrsula), Cristina Gallego (Mema), Salomé Jiménez (Lerda).{/xtypo_rounded4}

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Carlos, un guionista de cine al que no le gustan sus películas, se encuentra en una cafetería-librería con Irene, una chica que no sabe qué hacer con su vida, y que le propone un juego: darle a sus aburridas vidas un poco de emoción y aventura. Las reglas: no averiguar nada de sus vidas reales y no enamorarse.

Lamata presenta una comedia romántica que no quiere ser una comedia romántica, pero que pronto se intuye que sí lo va a ser. Y es que, aunque se nota desde un principio que hay ciertas diferencias en las formas, el fondo es evidentemente el mismo que en otras tantas cintas del género. A medio camino entre el cine de Richard Linklater (y su trilogía Antes de…, sobre todo la primera de ellas) y el de Woody Allen, aunque evidentemente sin llegar a la sombra de ninguno de ellos, el director zaragozano ha hecho una película verbal, donde los protagonistas hablan y hablan y hablan. Eso, en sí mismo, no es malo. Los directores que quiere homenajear son expertos en hacerlo bien. Pero claro, Lamata no es ninguno de ellos.

El arranque es banal, terrible. Luego aparece Michelle Jenner y la pantalla se ilumina. Empieza la trama y, poco a poco, uno empieza a entrar en el juego un poco loco que se nos plantea. Es cierto que tanta verborrea llega a ser insustancial y más que pretenciosa en muchos momentos. Luego mejora algo, para acabar hundiéndose en un final previsible, convencional y fallido.

Michelle Jenner está arrebatadora, es harto difícil no enamorarse de ella. La química entre la actriz y Eduardo Noriega es total, y eso es lo que salva a la película del desastre mayúsculo al que parece estar abocada casi desde el principio. Con estos mismos mimbres, estos mismos pedantes y pretendidamente profundos diálogos, interpretados por otros actores, hubieran sido muy, muy distintos.

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