1970. El doctor Lara publica un libro con jugosas anécdotas de su vida como médico rural

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1970.El doctor Lara publica un libro con jugosas  anécdotas de su vida como médico ruralTreinta años se cumplen ya desde que el doctor Juan Lara Gómez se estableciera en Dos Hermanas. Fue otro colega, Manuel Andrés Traver, quien le avisó de que había una plaza libre en nuestro pueblo y le animó a presentarse. Desde entonces, con sus acertados diagnósticos y su buen carácter, día a día supo ganarse a los nazarenos, que le siguen visitando en su consulta, confiando ciegamente en su sabiduría y experiencia.

Hoy, a los 82 años, se siente tan joven como para publicar un libro de memorias. Aunque apareció una primera edición en 1944, eran otros tiempos, en los que preocupaba más el hambre que la lectura. En esta segunda edición, ahora que Dos Hermanas ya no es el pueblo rural que fue, los nazarenos tendrán oportunidad de conocer jugosas anécdotas, éxitos y fracasos, alegrías e ingratitudes de los antiguos médicos rurales; aquellos que, como Juan Lara, se desplazaban a caballo, a veces en plena madrugada y hasta en días de fiesta, para visitar lugares alejados donde alguien le necesitaba; aquellos a los que les escondían los enfermos cuando ya habían mejorado, con tal de que el médico se fuera y así no pagarle; aquellos que, antes de la aparición de los antibióticos, dependían básicamente de su ojo clínico y su intuición para salvar las vidas de sus convecinos.

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Bizcochos para un mes
Juan Lara es muy querido en Dos Hermanas. Es médico de cabecera, cirujano y especialista en ginecología. A lo largo de su carrera ha atendido casos de todo tipo. Ha salvado vidas a toreros con terribles cornadas, sobre todo en la plaza de La Pañoleta, donde suele atender la enfermería, y en las portátiles que se instalan en Dos Hermanas. Nos cuenta que, hace sólo unos días, en el barrio nazareno de San Pablo, atendió a una parturienta que ya tenía media cabeza del bebé fuera cuando él llegó. Su hija Pepa, que a veces le acompaña, tuvo que ayudarle a cortar el cordón umbilical.
Pero el doctor Lara ha desarrollado también una acusada psicología, fruto de tantos años de atender a personas de toda condición. Cobra sus honorarios a los que él sabe que pueden pagarle, pero no pasa factura a los pobres. Es abnegado y servicial. No duda en levantarse en plena noche cuando le hacen un aviso urgente desde el barrio de San José, aun sabiendo que no verá una peseta. Eso sí: los pobres son pobres pero no desagradecidos. En su casa se acumulan los bizcochos y las sandías, regalos con los que su humilde clientela le paga sus servicios. Los 24 de Junio, día de su onomástica, le traen hasta pollos vivos.

Repasando su vida, no olvidará aquella fatídica noche del 18 de agosto de 1947. Él trabajaba ese día en Dos Hermanas y su familia le esperaba, de veraneo, en Cádiz. Su mujer, María Luisa Gálvez (de la que, curiosamente, se enamoró en una visita médica) y sus hijas María Luisa y Josefa salvaron la vida de milagro en la explosión de un polvorín del ejército. El chalet donde estaban quedó destrozado. Sin saber si estaban vivas o muertas, Juan hizo esta promesa a la Virgen de Valme: si su familia se había salvado, dedicaría el día entero a la cura de heridos. Y así ocurrió. Salió de Dos Hermanas y recorrió Cádiz haciendo un silbido característico con el que llamaba a sus hijas. Y encontró vivas a las tres. Ese día se dedicó a atender a los cientos de heridos.

Aunque ya se ha jubilado de la Seguridad Social, su consulta particular (que también es su casa: antes en Jesús del Gran Poder, ahora en Los Pirralos) siempre rebosa de pacientes. Llegan de Los Palacios, Las Cabezas, Lebrija. Incansable, dedica a su profesión muchas horas, pero también tiene tiempo para sus aficiones: la lectura y el fútbol. Es sevillista.

{xtypo_rounded4}Caciques y curanderos en El Aljarafe
El libro ha sido un éxito de ventas en Dos Hermanas, donde está a punto de agotarse. Juan Lara, que terminó sus estudios en 1909, tuvo su primer destino en Castilleja de la Cuesta, aunque tuvo que atender en todos los pueblos del Aljarafe. En 50 capítulos, repasa vicisitudes, anécdotas con curanderos, herencias, caciques e incluso con mujeres que aseguraban no estar embarazadas aun estando rompiendo aguas, como refleja una de las ilustraciones (imagen inferior). El libro también analiza la soledad de los médicos rurales, debida a “la incultura pueblerina, la nula autoridad del sanitario rural y el escaso apoyo oficial”.{/xtypo_rounded4}

Las tres verdades del médico: “Verlas venir, dejarse ir y estarse quedo”
Entrar en una casa donde uno de sus miembros sufre dolores o enfermedades sin diagnóstico da lugar a situaciones muy tensas que el médico debe saber analizar. El doctor Lara mantiene en su libro que hay tres reglas fundamentales para salir airoso de estas situaciones: 1ª:“Verlas venir” (es decir, darse cuenta de cómo se plantean las cuestiones por los familiares, los síntomas y actitudes de los que le cuidan). 2ª. “Dejarse ir” (calma y meditación antes de actuar) y 3ª: “Estarse quedo: callarse o hablar lo preciso, o menos aún”.

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