Los canes y la urbanidad

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Siempre hubo perros y gatos en mi casa, sobre todo cuando vivimos en las afueras del pueblo. Nuestro perro más longevo fue “Rome”, un pastor belga negro zahíno, noble, ejemplar en sus labores de guarda de la casa, juguetón y un poco sinvergonzón. Cuando le llegó su hora, después de 17 años de vida intensa, la pena asoló nuestra casa y más de una lágrima se dejó caer por las mejillas. Era uno más de la familia y se le echó mucho de menos.

Después de casarme se acabaron los perros en casa, mi mujer decía que animales nones, que con servidor ya tenía bastante.

Dicen que criarse con animales es bueno para los niños y los perros son grandes compañeros. Todo esto se refleja en niños más saludables y en un estilo de vida más activo y sano. Y para las personas mayores que viven solas ¿qué decir?… es un animal de compañía inigualable.

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Pero tener un perro no es solo compañía, darle de comer, jugar y crecer con él, somos responsables de su salud y de su bienestar y también somos responsables de que molesten lo menos posible a nuestros vecinos.

Acostumbro a salir de casa muy temprano y lo primero que veo son unas hermosas meadas, tanto en el quicio derecho como en el izquierdo de mi puerta y hay días en que también nos encontramos con un regalo sorpresa como caído del cielo: un precioso mojón, que si no lo ves porque miras hacia las estrellas, te lo llevas a donde quiera que vayas, con un aroma delicioso que va impregnando todo lo que encuentras a tu paso.

El pobre perro no tiene culpa de nada. El culpable es el dueño del perro y su irracionalidad. La solución a costumbres de mal gusto no es poner polvo de azufre ahuyenta perros en los zócalos, ni tampoco que el Excmo. ponga un guardia a cada perro y a su dueño, porque eso es inviable y por mucha normativa al respecto que haya.

La solución es simplemente de educación y su regla de oro el sentido común, buenos modales y respeto a los semejantes, y si tengo un perro que se hace sus necesidades en la vía publica, tendré que recogerlas, para no convertir los acerados en un reguero de pisadas de mierda. ¡Adoramos los perros! ¡Bienvenidos sean los perros y bienvenidas sus virtudes! pero acompañados de la nobleza de sus dueños

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