Brotes de vida nueva

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(Marcos 13, 24-32) “NO TE PREOCUPES, Antonio. Yo ya lo sé. No es que nadie me lo haya dicho; pero en la tristeza de los ojos de mis hijos, aunque se fuercen en sonreír; en el nerviosismo de los amigos cuando venís a verme… hasta en la excesiva amabilidad de las enfermeras y médicos percibo vuestra preocupación porque me muero.

Estos días están siendo especiales. Desde que intuí que mis días en este mundo se están acabando he comenzado a hacer balance de mi vida; sin proponérmelo, inconscientemente, pero recordando cosas que tenía casi olvidadas, historias, personas, acontecimientos… Y me siento tranquilo, he intentado vivir con bondad. Es verdad que todos solemos disculpar nuestros errores y agrandar nuestras virtudes; por eso el que tiene la última palabra es Dios. Pero eso me da más tranquilidad todavía. La última Palabra de Dios es Jesucristo, y teniéndolo a él cerca todos los miedos se disipan.

En estos días me acuerdo de una parábola del Evangelio. No es de las más conocidas, pero un día me llamó mucho la atención. Estaba Jesús hablando del fin del mundo y comentando ese acontecimiento que a todas las personas provoca pavor, él lo compara con las yemas de una higuera, que cuando las vemos tiernas y desarrollándose sabemos que está cerca el verano. Qué tranquilidad aporta a mi espíritu el contemplar mi cuerpo enfermo y dolorido con las yemas tiernas de una higuera que sin que sepamos explicar cómo se transformará en fruto en su momento. Con Jesús a nuestro lado, ¿qué podemos temer?

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Pero ya está bien de trascendencias y dime qué te pareció el baño que le dimos al Real Madrid el domingo por la tarde… No ganáis para disgustos, ¿eh? (je je je)”.

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