El futuro del cine

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Película El Congreso

EL CONGRESO

Después de sorprender con su fastuoso documental animado Vals con Bashir, el israelí Ari Folman regresa con su nueva cinta, esta El congreso, que fue considerada, por la inmensa mayoría de la crítica, como una de las mejores cintas del pasado 2013, y que se proyectó en una de las secciones paralelas del pasado Sevilla European Film Festival.

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{xtypo_code}Israel-Alemania-Polonia-Luxemburgo-Francia-Bélgica, 2013 (122′)
Título original: The Congress.
Escrita y dirigida:  Ari Folman, basado en la novela de Stanislav Lem.
Producción:  Reinhart Brundig, Sebastien Delloye, Piotr Dzieciol, Ari Folman, David Grumbach, Eitan Mansuri, Ewa Puszczynska, Robin Wright.
Fotografía: Michal Englert.
Música: Max Richter.
Montaje: Nili Feller.
Intérpretes: Robin Wright (Robin Wright), Harvey Keitel (Al), Kodi Smit-McPhee (Aaron Wright), Danny Huston (Jeff Green), Sami Gayle (Sarah Wright), Michael Stahl-David (Steve), Paul Giamatti (Dr Baker). {/xtypo_code}

La película, mezcla de animación e imagen real, es una de las más sorprendentes e imaginativas propuestas de los últimos años. Y, sobre todo, la muestra evidente del talento bestial de esa gran actriz que es Robin Wright, en el papel más arriesgado que se haya hecho en el cine (en cualquier película, en cualquier país) en mucho mucho tiempo, y que no cualquiera se hubiese atrevido a hacer.

La idea es tan descabellada que podría hacerse realidad antes de lo que pensamos. Un gran estudio le hace una oferta absolutamente demencial a la actriz Robin Wright (que se interpreta a sí misma): comprarle su identidad cinematográfica y utilizar este personaje virtual de ahora en adelante, mientras ella puede (y debe) desaparecer de la escena pública.

Para ello escanearán digitalmente su cuerpo, sus gestos, sus emociones, sus alegrías y sus penas; y harán uso de su imagen para cualquier película que ellos decidan, sin restricción, incluidas las cintas comerciales que ella siempre rechaza. A cambio, una sustanciosa suma y el compromiso de que permanecerá siempre joven. El contrato dura veinte años, tras los cuales Robin regresa a escena, como invitada a un congreso en el que se reúne la flor y nata del cine del momento, y entra directamente en el cine fantástico del futuro.

Folman divide su película entre secuencias en imagen real y secuencias animadas. Si bien en la primera parte, mucho más potente, reflexiona sobre el paso del tiempo visto desde la perspectiva de quien vive de su imagen, y nos regala una soberbia actuación de su actriz protagonista (la secuencia del escaneo es brutal y pone la piel de gallina); en la parte animada (mucho más desquiciada, y tan abigarrada que llega a agotar) entramos en un mundo distópico (de esos que tan bien imaginaba y recreaba Lem) en el que la humanidad ha perdido ya definitivamente el contacto con la realidad y vive en una permanente fantasía provocada por las drogas.

Es interesante ver cómo Folman reflexiona sobre el futuro del cine, como presenta la posibilidad de vender el alma al ‘diablo’. El Congreso es una película descabellada, febril, enfermiza, impactante, un delirio visual que en algunos momentos se le va de las manos al director. Lamentablemente.

 

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