También yo

0
- Publicidad -

(Marcos 10,46-52) TAMBIÉN YO estuve al borde del camino, paralizado en mi vida, queriendo dar lástima y avergonzándome, a la vez, que la tuvieran de mí; sintiéndome tan desvalido y tan sin fuerzas que ya creía que no podría salir de aquella situación. También yo había escuchado hablar de un tal Jesús de Nazaret, pero, igual que unos lo alaban, otros lo desprestigiaban; yo escuchaba todo aquello distante, sin que en verdad me afectara.

También yo, un día, sentí que pasaba a mi lado, –una frase escuchada muchas veces antes me iluminó de una forma nueva; una persona, con su testimonio, me empezó a abrir los ojos; quizás yo mismo fui sintiendo derrotado mi orgullo–, y pedí ayuda…: “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí”. No lo dije una vez, lo recé días y días; y cada vez que decía aquella frase, convertida en letanía, más íntimo sabía que se me hacía. “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí”. Ya no cabían falsos orgullos, ni ante él tenía sentido alguno el disimulo. Mientras más rezaba, más me sinceraba conmigo mismo, más en paz me sentía.

También a mi me dijeron que me llamaba. Yo no lo escuché. Sólo estaba ciego, pero no escuchaba otra cosa que no fueran mis propios miedos. En cuanto alguien me dijo que me llamaba me levanté de un salto y fui a su encuentro, pero fue su voz, y la libertad y la confianza con que me hablaba, las que se encontraron conmigo y me abrazaron. También yo me puse a seguirlo por el camino.

- Publicidad -

Hoy, la edad ha vuelto mis ojos débiles, pero aquella mañana recibí un don que no envejece.

 

- Publicidad -

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí
Captcha verification failed!
La puntuación de usuario de captcha falló. ¡por favor contáctenos!