Un drama de trazo grueso

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1101La chispa de la vida

Lo normal es que Álex de la Iglesia haga películas potentes, tanto en el apartado visual como en el temático. Pero a veces se sale de la norma, de lo habitual. Le ocurrió con Perdita Durango, le ocurrió con Los crímenes de Oxford, y le ocurre, si bien es cierto que en menos medida, con esta La chispa de la vida, una película que despierta más expectativas de las que finalmente acaba cumpliendo. No en vano, aunque se ha metido de lleno en el proyecto y lo está defendiendo con uñas y dientes, éste no es un proyecto propio, sino un encargo. Y eso se nota.

{xtypo_code}España, 2011 (95′)
Director: Alex de la Iglesia.
Producción: Franck Ribière, Verane Frediani.
Guión: Randy Feldman
Fotografía: Kiko de la Rica.
Música: Joan Valent.
Montaje: Pablo Blanco.
Intérpretes: José Mota (Roberto Gómez), Salma Hayek (Luisa), Blanca Portillo (Mercedes), Juan Luis Galiardo (Alcalde), Fernando Tejero (Johnnie), Manuel Tallafé (Claudio), Antonio Garrido (Dr. Velasco), Carolina Bang (Pilar Álvarez), Eduardo Casanova (Lorenzo), Javier Climent (Javier Gándara), Santiago Segura (David Solar), Nacho Vigalondo (Martín), Juanjo Puigcorbé (Álvaro Caprile), Antonio de la Torre (Kiko Segura), Nerea Camacho (Bárbara).{/xtypo_code}

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La cinta nos cuenta la historia de Roberto Gómez, un creativo publicitario que en el pasado vivió buenos tiempos, gracias a ser el creador del eslogan más famoso de la bebida más famosa, ‘la chispa de la vida’, pero que ahora, tras un par de años en el paro deambula por los despachos buscando trabajo, sufriendo el rechazo y hundiéndose cada vez más en la miseria y en la sensación de derrota.

Desesperado, escapa buscando un recuerdo, el hotel de su luna de miel, pero encuentra un museo, en el que se cuela sin ser visto, cuando están a punto de inaugurarlo. Un accidente hace que acabe con una barra de hierro incrustada en la cabeza, y los medios y cámaras que esperaban la fiesta se encuentran con esta nueva noticia.

De la Iglesia pretende hacer una película de denuncia, no sólo de la crisis y de la situación de desempleo que vive tantísima gente, de la desazón y del dolor con el que deben sobrevivir día a día, sino también acerca de la crisis de valores de la sociedad, que espera con ansia y devora el mal ajeno en televisión, y de los medios (algunos más que otros) que acuden a la desgracia como hienas a la carroña. El problema es que llega un momento en que no te lo crees. Hay situaciones que son demasiado suaves, la realidad ya ha demostrado que la cosa es mucho peor; y hay otros momentos que son tan exagerados que resultan ridículos e inverosímiles. Pero lo peor es que de la Iglesia utiliza trazos demasiado gruesos, pinta con brocha gorda y demuestra que se ha olvidado la sutileza en casa, mostrando a los buenos como almas bondadosas, caritativas, y a los malos como seres malignos, malvados, sin ningún sentimiento (el personaje que interpreta Puigcorbé, y la situación en la que lo encontramos en su casa, es sencillamente imposible de creer).

Entre los intérpretes, José Mota sorprende en un papel completamente distinto al que nos tiene acostumbrados. Salma Hayek está un pelín insulsa. Y entre el resto de secundarios, un poco de cal y un poco de arena. Y con contadísimas excepciones, personajes planos, sin evolución.

La sátira con la que empieza y parece que va a explotar, se va diluyendo poco a poco, y la historia termina convertida en un drama convencional, con algunos planos y situaciones ridículas, en una de las cintas más flojas del director bilbaíno.

 

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