El pregón del corazón y del respeto a las tradiciones del pueblo

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    1501La familia y su amor a Valme brillaron en las líneas de su disertación

    {xtypo_quote_right}“Te quiero en el sagrario, te quiero en romería, te quiero dentro de mí todos los días de mi vida”{/xtypo_quote_right}

    El pregón de la romería que José Ortega Ramos pronunció el pasado domingo a las plantas de la Virgen de Valme fue un pregón de corazón, más que de palabras. Un pregón de sentimientos más que de técnica, en el que lo importante no era lo bonito que se decían las cosas, sino las cosas bonitas que se decían.

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    El propio pregonero insistió en este aspecto durante el acto, dirigiéndose, al principio del mismo, a la junta de gobierno para advertirles que “sabéis que no puedo hacer un buen pregón, pero lo haré de corazón”. Y así fue, ya que corazón fue lo que le sobró precisamente al pregón de Pepe Ortega, como lo presentó su  propio hijo, Rafael Ortega, de quien dijo que no necesitaba presentación. Algo para lo que sólo bastaba con echar un vistazo el pasado domingo a la parroquia de Santa María Magdalena, donde no cabía ni un alma, ya que nadie se quería perder las vivencias y sentimientos del pregonero en torno a la Virgen.

    La familia
    Si hubo un elemento muy presente durante la larga exaltación de José Ortega, ya que fue un pregón de los largos, este fue sin duda la familia. Ortega recurrió a ella en varios momentos del mismo, como cuando compartió con los presentes como se vive en su hogar esta tradición. Especial protagonismo concedió  el pregonero a sus dos nietas, Lola y Rocío, a través de las cuales, insistió en la necesidad de acercar a los niños a Valme, “ahora que se quiere borrar el sentido cristiano de nuestras vidas”.

    También tuvo un emotivo recuerdo para su “madre en la tierra”, Dolores, “quien me inculcó la devoción a Valme” y de quien sabía que allá en el cielo “estaría contenta y presumiendo de hijo pregonero”. Ortega aprovechó la coyuntura para tener un especial recuerdo para aquellos carreteros que ya no preparan su carreta para la romería terrenal, haciendo un simpático guiño a cómo sería una Romería de Valme en el cielo.

    {xtypo_quote}“La flor de la Virgen es el pueblo, que comparte en sus manos con su hijo”{/xtypo_quote}

    Peticiones de un pregonero

    Además de la familia, la osadía fue otro de los distintivos del pregón de Ortega Ramos, quien aprovechó el púlpito y la ocasión que se le prestaba para lanzar una serie de mensajes a todo aquel que los quisiera captar.

    De entrada se preguntó en voz alta qué se podría hacer para que la Virgen estuviese en procesión todos los días, “con muchas chicotás en su recorrido diario para dar sólo muestra de amor y fe”.

    Para el 40 aniversario de la Coronación Canónica, el pregonero pidió a  la junta de gobierno, reconociendo que “seguro que me he pasado”, que se llevara a la Virgen a todas las capillas de Dos Hermanas, “ya que a la Virgen hay que compartirla, puesto que a ella le gusta estar con todos sus hijos, hasta los que no la quieren”.

    También tuvo palabras para los carreteros, a los que animó a seguir con la tradición, “16 pétalos de flor, 32 pellizcos de amor”; y un emotivo recuerdo para las cinco personas fallecidas en la empresa de pirotecnia de Benacazón, “que trabajaban para hacer posible una tradición”.

    José Ortega pidió que se declarase la carreta de la Virgen como monumento nacional y que se declare la romería como “fiesta de interés religioso y para estar con la familia”.

    Por tener tuvo palabras hasta para la gerencia del Hospital de Valme para que pase a denominarse Hospital Virgen de Valme y para el delegado de Fiestas Mayores, José Román, a quien pidió que “a la carretera vieja de Bellavista ni tocarla, ya que es el camino hacia el cielo de los nazarenos. Quizás ensancharla y hacerla más campera”.

    Por último, como el pregón le supo a poco al pregonero, solicitó a la junta de gobierno que quería “hacer otro pregón al final de mis días, porque con este no tengo bastante para decirle a la Virgen de Valme lo que la quería”. Dándole las gracias a la hermandad “por hacerme tan feliz, ya que en mi corazón hay hoy una catedral de campanas y alegría”.

     

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