Familias

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La familia habitual es aceptada, en general, como una institución natural, es decir, como una forma de relacionarse un grupo de personas y que en su estructura está imperada por lo que se suele denominar naturaleza u orden natural. Pero si ésta puede ser la explicación del concepto, en los hechos la familia o familias son más bien un resultado de experiencias, puesto que de amor y libertad se trata. La familia la hacemos, no nos la dan, es un grupo activo, libre e independiente. 

Por eso el hecho social de la familia puede tener matices muy variados, planteamientos y desarrollos  según la inspiración, las creencias, las costumbres, las épocas, los pueblos y las circunstancias personales de todo tipo. No obstante sí que podemos enumerar rasgos tomados de la observación de las varias modalidades de familia. Pero digamos, en principio, que no parece haber familia si el ajuntamiento no multiplica los bienestares y alivia los problemas del grupo.  

En la familia de dos personas, cuando no existe mayor finalidad que la de satisfacer mutuamente la sexualidad, tenemos una forma de convivencia más elemental sin grandes pretensiones de futuro. Si al sexo se le añaden sentimientos estéticos y éticos habremos dado un paso más. La belleza es uno de los atributos que todos sentimos desear. Platón, ciudadano de una sociedad patriarcal, que adoraba la belleza, decía que la verdad es una mujer hermosa. Magnífico sería en esta línea que los implicados se sintieran atraídos por esa fuerza oculta y misteriosa, unidos por lo inexplicable, que llega de un lugar donde, quizás, nunca estuvimos, es decir, que estén enamorados. Ese punto en el que se detiene la razón y se la somete y arriesga a lo impredecible, esa experiencia decisiva.

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Pero si lo más principal y deseado en la pareja fuera  el divertimento egoísta, los que se aúnan terminarán por convertirse en objeto de esa diversión. Si alguno de los que se unen es mentiroso y cauto en exceso, los actos de amor tienen doblez y están muertos y  pronto o tarde llevarán al dolor, la depresión y el olvido. Si esa fuera la actitud del grupo todo,  el tema no pasaría de ser una comedia sin sentido. Otro tanto podríamos decir cuando el ajuntamiento se mantiene por miedos, coacciones o chantajes. La gente vaga y egoísta no nació para ningún acercamiento gratis, sino más bien para la contabilidad y el descuento. Quien, distraído en exceso, no es capaz de ver en los ojos de su compañero o compañera el misterio de Dios, el misterio del hombre, difícil le va a ser mantener una relación con sentido más allá de su propia nariz.

Hay familia cuando un grupo de dos o más unidos por la sangre, por el amor, por la amistad, viven en convivencia y mutuamente se tratan con generosidad y cariño y tienen un domicilio común. Jardín de muchas flores, de muchos dolores, de mucho regar y recoger. Tiempo y no precipitación requiere esta obra. Hay familia si se tiene la actitud de crear, que no siempre es sexuada, piénsese, por ejemplo en las familias monoparentales.

No es infrecuente que familias que se constituyen en  creencias religiosas olviden  o desconozcan  que creer o es una experiencia trascendente  y positiva o no es nada. Considerar creencia el puro folklore incluso religioso o el tradicionalismo excesivo y “familiar” u otras instituciones superficiales, alimenta pobremente a la familia, que no estará lejos del tedio, el aburrimiento o la indignación soterrada embutida en los convencionalismos sociales.  

La falta de disciplina en la familia termina por hacer las relaciones insoportables y se descubre al fin que no hay disciplina porque no hay cariño. El amor y la libertad sin compromiso serio no se llevan bien. Todo se puede venir abajo en poco tiempo y espacio, como un castillo de naipes que, muy a la ligera, se pensaba para siempre. La familia se establece a partir de la sincera y mutua promesa de fidelidad de los principales implicados. No obstante los que se deben a una comunidad, en libertad,  se acercan a ella para comunicar a los suyos la enorme alegría de sus amores y la entrega gozosa de sus libertades.  Hermosa es la familia si lo es en sus miembros. Variopinta y plural institución que en cualquier caso, se dará por buena si los miembros se gozan en la prueba del amor.

Un estado democrático, civilizado, debe respetar las varias formas de familia, aceptar sus peculiaridades, estar atento a que no se hieran los derechos que las amparan ni se olviden los deberes que las obligan. En un ordenamiento tal, cabe todo lo que sea mejorar y nada de lo que signifique intimidar, forzar o imponer ningún tipo determinado de familia  pensado por élites intelectuales o sociedades políticas o religiosas, sobre lo que “debe ser la familia”. 

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