Las manos del timón

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Las manos del timón fueron las de Don Rafael. De él, desconozco su apellido. Fue algo de lo que nunca necesitó presumir, pues él hablaba por sus actos.

El Don, se lo pongo yo, y otras muchas personas, ya que tampoco él lo solicitó nunca, quizá porque sabía que no le hacía falta.

 

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Él fue el presidente de la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados El Timón.
Para los que creen en Dios, tras la muerte, estar cerca de él se convierte en su mayor aspiración. Si existe, seguro que Don Rafael está justo a su lado.

Para los que no creemos, lo único que queda tras la muerte, es nuestro recuerdo, el recuerdo de nuestros actos. El recuerdo de Don Rafael estará no sólo en sus familiares, sino en el de todas las personas y familias a las que guió para alejarse del infierno del alcohol.

Si sus nietos pueden leer algún día estas líneas, que sepan, que la bondad de su abuelo se vislumbraba a través de unos ojos pequeños y transparentes, como él, y de una gran sonrisa.
Su cercanía inspiraba la confianza necesaria para contar un problema tabú. ¡Qué sabiduría la de la experiencia!.

En los tiempos egoístas en los que vivimos, dedicó su esfuerzo para el bien de los demás, junto con su esposa y colaboradores, en una actitud altruista digna de admiración. Los avances de los demás, se convirtieron en sus triunfos, y las recaídas, en un motivos para seguir hacia delante con mayor intensidad. Y todo ello, sin recibir nada a cambio, sólo la satisfacción de ayudar al prójimo, que no debería parecernos poco a los demás. Gracias a los que seguís su labor, de corazón.

No pude despedirme de él, ya que supe de su pérdida demasiado tarde. Por eso, desde estas líneas quiero dar un adiós, pero sobre todo un GRACIAS, a un gran hombre y a una mejor persona.

 

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