Don Antonio Borrego Cobo

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Quiero con esta carta divulgar lo que al fin su inmensa feligresía ha sentido por Don Antonio Borrego Cobo: gran respeto y comprensión, cariño y agradecimiento por todo lo cultivado en 34 años como Párroco de la Iglesia Ntra. Sra. del Amparo; por sus enseñanzas cristianas (fiel representante), por su empatía y saber estar, y en definitiva por su inconmensurable paciencia ante las adversidades. 

Basta con recordar y hacer balance de todo lo que a pulso este hombre ha logrado sobre la base de su ejemplar y meritoria trayectoria, aquella de la que tantos han sido testigos desde la época de “los antiguos comedores de Lissén”; de entre los primeros asentamientos de la actual comunidad. Luego vino la construcción de la Iglesia en la calle Hacendita; aquellos salones parroquiales que más tarde quedarían anexos al templo hoy construido, un auténtico templo ampliado a los pocos años; de su mano y por la demanda y crecimiento constante de fieles (una meritoria realidad a valorar en la Iglesia actual). Hay que recordar el esfuerzo continuado: gestión de donativos, sorteos, recogida y venta de papel… Durante tantos años y con la costumbre de dar cuenta de todo; así como resaltar el coste “no económico”; el esfuerzo psicológico propio de la responsabilidad para con proyectos de tal envergadura; incluida la construcción del campanario un tiempo más tarde. En fin, toda una odisea con el “sudor y sangre” de Antonio al frente, así como por supuesto con el de todas las personas que desinteresadamente lo apoyaron en las respectivas ocasiones; resaltando la voluntaria y siempre honesta y encomiable labor de las Hermanas de la Compasión; también para la ejecución de las imágenes titulares de la Hermandad de la Cena que fundó, o para la del Resucitado que preside el bello retablo; uno de los productos de aquella carpintería que dispuso luego un logrado Sagrario. Ya por entonces había cedido parte de las antiguas dependencias parroquiales para la construcción de la Casa Hermandad; Hermandad Parroquial a todos los efectos… Y aquella en la que desgraciadamente surgió la falta de entendimiento: un simple anecdotario si miramos el largo recorrido de Antonio, toda una experiencia sin embargo en cuanto a la integridad con la que tuvo que afrontar las malas formas sufridas por parte de unos pocos.

Don Antonio, hombre culto por su formación; profesor de lenguas clásicas ya prejubilado, y gran conocedor de la teología por su sacerdocio; goza no obstante, de la sencillez que hace grande a la persona; lo mismo en una convivencia, que montado en un andamio y en el tajo, o a pie de una marcha solidaria sacudiendo conciencias. Y es que los proyectos humanitarios fueron siempre lo más importante de todo: colaboraciones innumerables por parte de la Iglesia del Amparo. Con ella crecimos quienes hoy testimoniamos la gráfica exponencial de su desarrollo; innegable puño y letra de su párroco hasta la fecha, bastándole el apoyo del Arzobispado, así como con el de su feligresía para cada proyecto y momento; inclusive los más difíciles: también en los actos de la emotiva despedida tras su decisión de marchar a la Iglesia de San Gil (importante  destino pero dura decisión a imaginar, valorando que Antonio y la Iglesia del Amparo son una misma cosa); moviendo masas como siempre; en las misas…

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También por último mediante autobús hacia el barrio de la Macarena de Sevilla; allí donde fue su nueva toma de posesión, allí donde a buen seguro continuará sumando vivencias pero sin restar aquellas inolvidables que anidarán en su memoria: recuerdos para con tantas personas que lo consideran un amigo cercano del barrio del Amparo.

Con el tiempo, la reflexión multiplicará el reconocimiento en Dos Hermanas; deseo unánime y razón para publicar la presente carta: canalizar modestamente la opinión de la inmensa mayoría; relatar los hechos que resumen lo más destacado de la realidad vivida durante 34 años, tal cual como nunca se había hecho (sin atacar, insultar o menospreciar a nadie); sin montar circo alguno. Ojalá siempre habláramos de lo bueno que seguro tenemos todos, en clave positiva para realzar, homenajear… Y con el máximo respeto para con todos así como para con la persona de la que se habla. En especial y en honor a la verdad, con Don Antonio Borrego Cobo, buen profesional, buena persona ante todo.

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