Poco o nada, aparte del deseo de no desvirtuar la competición motivaban a La Rociera en el partido que le enfrentaba en la mañana de ayer al Diablos Rojos, necesitado de los tres puntos en su lucha por ocupar el segundo puesto de la tabla, a costa de otros oponentes como el Soleá o el Pino Montano.
La Rociera, consciente de la necesidad de terminar dignamente la liga a pesar de tener el ascenso en su poder, jugó el encuentro con intensidad, pero se encontró desde el inicio con un atropello que comenzaba con una descarada labor arbitral.
El Diablos Rojos se adelantó en el primer minuto,pero Migue empató al borde de la media hora para los nazarenos, que demostraban en el campo de la capital su valía como líder destacado.
Pero así no terminaría la primera parte, ya que el colegiado se inventó un penalti instantes antes del final, que significaba el 2-1.
La sopresa vino en el descanso, cuando expulsó al portero Alex diciendo que no podía estar en la banda en este periodo.
Más clamorosa fue la segunda amarilla que enseñó al defensa Antonio, en el minuto 4 de la segunda mitad. Así se quedaba el equipo con nueve jugadores, y el zaguero Manolo de portero improvisado.
La Rociera, con dos menos, empató en el minuto 43 (Barros) pero el árbitro pitó segundos más tarde el penalti que motivó el 3-2. Un balón en el muslo fue la excusa pare decir que fue por manos. Una vergüenza.
