Fiesta del cariño

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Estoy sentado en una silla, miro a los que me rodean, son los voluntarios de la Red de Cariño, se nota el cansancio en sus caras. Otro año más, otro año en donde hemos vivido otra jornada de convivencia, con los abuelos de las distintas residencias. 

Cansancio porque intentar que casi cien abuelos disfruten de un día de fiesta no es fácil. Cuántas horas de reuniones, cuántas cartas pidiendo ayudas,cuántas llamadas telefónicas, todo para que este día el abuelo se sienta el protagonista. Pero vale la pena, vale la pena ver sus caras de alegría cuando llegan, de cómo viven la palabra del Señor,  pensad que hay abuelos que hace demasiado tiempo que no oyen misa. Vale la pena ver como te agradecen con su sonrisa cuando les llevas los platos de comida, de cómo disfrutan escuchando al coro de Consolación y viendo al grupo de baile de niñas de El Chaparral.

Vale la pena ver la cara de sorpresa cuando ven que alguien les lleva un regalo aunque sea colonia, un abanico o un monedero. Ellos no piden nada, pero agradecen como el que mas, que un grupo de locos pierdan el tiempo en llevarles un poco de alegría en sus rutinarios días. Por todas estas cosas la Red de Cariño sigue empeñada en querer que al menos una vez al año ese abuelo salga de su entorno y pueda vivir un día de fiesta. La Red de Cariño sigue empeñada en querer concienciar a grupos o entidades en que se impliquen en esta fiesta.
Ya son fijos colaboradores Carrefour o el Ayuntamiento, el año pasado se sumaron las bolsas de caridad de algunas hermandades. Este año implicamos a la juventud del Gran Poder y hasta Caritas ha querido aportar su grano de arena, eso si, siempre supervisado por los grandes anfitriones y padres de la fiesta: la Pastoral de la Salud del Divino Salvador.

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Sigo sentado en la silla,  tengo la camisa manchada de arroz, me duelen los riñones de empujar los carritos para subirlos a la plataforma del autobús y estoy medio dormido por no haber hecho mi siesta de rigor. Los que me rodean hablan, comentan y discuten la fiesta. Unos aliviados que haya terminado todo bien, otros apenados porque siempre nos queda la duda si no podríamos haber hecho más. Pero hay una cosa en la que todo el mundo coincide, no hay recompensa mayor que la de un abuelo cogiéndote la mano y con una mirada de gratitud darte las gracias por haberte acordado de él. Pues bien amigos, que para el año que viene tengamos la fiesta, que el año que viene seamos mas los que aportemos nuestro tiempo a ella y, sobre todo, para que el año que viene el abuelo sepa que en el mes de Mayo unos locos se acordarán de ellos.

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