Estoy cosiendo un bolsito para un regalo de navidad para mi pequeña amiga Sara, no es nuevo, lo heredé de mi abuela, pero es de una tela fuerte y de gran calidad. Me preguntó si merecía la pena el trabajo que me estaba dando si en muchas tiendas había donde elegir de similares características y por menos de un euro. Le contesté que si se fijaba bien, en el mercado hay muchos de peor calidad, y lo más importante: cuestan tan poco porque han sido realizados con mano de obra esclava de niños y niñas tan pobres que ni siquiera pueden soñar con tener uno, se pasan la vida en lugares en penumbra trabajando quince horas al día. Como ves parece igual, pero no es lo mismo. Me ha preguntado cómo puede ser este mundo tan injusto: ¿es que las leyes lo ignoran o se lo saltan con el olvido? Le respondo: este es el mundo presente, si hemos podido hacerlo mejor no lo hemos hecho, todavía, creo que es razonable no perder la esperanza. Para comprenderlo hay que remontarse a la historia de la humanidad, y dentro de ésta a nuestra historia reciente. Durante el periodo de la República se fraguaron ideales buenos para el futuro de las personas en este país, derechos de sufragio universal, de algunas libertades, al divorcio, a la igualdad… ideales que muchas personas sensatas avalan, ¡incluidos/as nuestros/as gobernantes actuales!.
Éstos se vieron truncados por la guerra civil, y un gobierno fascista los ocultó bajo una gran losa, al igual que a cientos de hombres y mujeres valientes que lucharon por ellos. Tras cuarenta años de dictadura en la que se escribió sólo una historia falsa de los vencedores, se empezaron a recuperar los viejos ideales. Pero en este periodo de transición no se destapó del todo la losa, se pensó que el cambio debía de ser “suave” hacia la democracia para no encontrar mayor oposición de aquellos vencedores, tal era el poder por ellos adquirido. Pasaron años y crecía la democracia (en cantidad, no tanto en calidad), y tuvieron que pasar unos treinta hasta parecer ser lo suficientemente adulta y ser capaz de afrontar que se abriera del todo la tapa y aclarar los oscuros rincones de la historia. Entonces los/as historiadores/as, antropólogos/as… se pusieron a trabajar, y los familiares de las víctimas injustamente encarceladas o asesinadas, empezaron a romper el silencio, a recomponer sus historias y enterrar dignamente a sus muertos. Para que sirvieran aquellas vidas truncadas para restituir tantas injusticias y dar luz al futuro, muchas personas, sin apenas apoyo del gobierno, publicaron, hacen jornadas, exhumación de cadáveres en fosas comunes, informan e investigan. Y ahora rechazan el anteproyecto de ley.
Sara, quizá tú o yo tengamos algún familiar víctima del fascismo, o quizás alguno que asesinó en la guerra a alguna persona inocente, pero nosotras no somos herederas de aquellos crímenes, ni deudoras de cuarenta años de miedo y represión. Fueran nuestros antepasados víctimas o verdugos, tenemos derecho a conocer la verdad aunque esta duela. Nuestra herencia vendrá de la lucha por la justicia, la libertad y la igualdad, es la historia que crece hacia el futuro la que nos pertenece, y nadie puede arrebatarnos ese derecho. El proyecto de ley para la recuperación de la memoria histórica presentado por este gobierno “pretende” querer arreglar la grieta del pasado, dejando tapados los rincones oscuros, una ley ligh y baratita, no es lo mismo. No es la postura valiente que esperamos de un gobierno de izquierdas heredero de una lucha por la que tantas personas pagaron con sus vidas.
Por eso en Dos Hermanas esperamos tener un Centro de Interpretación de los Merinales, y donde tantos hombres trabajaron esclavos para el franquismo, que se trabaje en justicia por una democracia de más calidad, aunque le pese a la derecha y sus allegados/as. En espera de que no sea más urgente construir un nuevo hipódromo o un macro comercial donde adquirir más objetos a bajo precio…
