Miedo que paraliza

Mt 25, 14-30

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TODOS HEMOS sufrido el miedo, un sentimiento necesario y saludable ante el peligro; el miedo es a la mente como el dolor para el cuerpo, te advierte de una situación que has de evitar.
Pero no me refiero a ese miedo natural, saludable; me refiero al miedo a la vida, al pánico en el que entramos cuando nos disponemos a dar un paso para crecer y desarrollar nuestra vida. Este miedo es un sentimiento terrible, que nos empequeñece y nos hace eternos adolescentes, que nos infantiliza. Miedo a entregar la vida en fidelidad a la persona de la que estás enamorado; miedo a tener hijos y vivir el gozo y el sacrificio de dar vida; miedo a acoger el amor de Dios que abre nuestro alma.

Como uno de los hombres de aquella parábola de los talentos, que se nos narra en el evangelio, muchas veces por falta de fe en Dios y en la Vida, por miedo a afrontar nuevos retos, enterramos los talentos que Dios nos ha dado. Y ante la insatisfacción y el hastío que vivimos nos volvemos quejosos y victimistas. Aquel hombre, por su miedo a vivir, veía al amo, que había confiado en él y le había entregado una fortuna, como un déspota explotador.

No entierres, antes de tiempo, tu capacidad de amar, de reír; ni tu testimonio de que un mundo nuevo es posible.

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