Siempre que su madre
se maquillaba,
la niña, muy atenta
la observaba.
Una tarde calurosa
los padres descansaban.
Sigilosa la chiquilla,
abre el cajón y rebusca
en el neceser las pinturillas.
Como quien halla
el mayor tesoro
coge un lápiz de labios
y lo guarda en secreto,
esa pequeña de solo
dos años y medio.
Se esconde por temor a ser vista
y se sienta frente a un espejo,
comienza su andadura de artista
sin nadie saberlo.
Sobre su boca la barra desliza,
se ha salido pero no importa;
el rosa queda bonito
en su cara tan blanquita.
Su mirada azul se asombra
aunque ella, se ve muy mona.
Y disfruta su presente,
sin temor a una bronca;
si ayer causó un desastre
lo de hoy será una bomba.
Los padres y la hermana
la buscan por la casa,
ella, se encoje y calla
y en carcajadas rompen
al encontrarla con la cara pintada.
Se ríe Nerea, se ríe Natalia,
José, el padre, la retrata,
se le vuelve el rostro serio
a su madre Sandra.
¡Me has roto la pintura labial!
¿Cómo te voy a limpiar?
Nerea le dice riendo sin poderse parar:
Yo lavo a mi niña mamá.
A ver mañana qué sorpresa nos espera
de Natalia la aventurera.
