Te haré un vestido con tiras de mi piel aunque yo me cale de frío. Te daré agua del manantial de mis lágrimas hasta que se agoten y no pueda llorar más. Con la esperanza, tejeré una tela de alegría sobre tus tristezas. Intentaré no bajar nunca la cabeza para que veas a través de mis ojos el mundo que te mereces. Soñaré dulces historias para que en ellas seas la princesa. Para que no sufras, te abrazaré largamente y así tu dolor pasará a mi cuerpo; y si es necesario, me moriré por ti…