Era consciente de lo que le dolía, del calvario que le esperaba a corto plazo. Intentaba mantener la calma tendida boca arriba en la cama, abrazada a su perro Chestér. Se estaba hiperventilando, lo hacía tan rápidamente que en pocos minutos perdería el control. Se incorporó bruscamente y salió a la calle como loca. Monto en el coche en una acción desesperada; recorriendo una tras otra, todas las farmacias de la ciudad. Intentaba comprar el antídoto para el desamor… no lo encontró.