1986. El quiosco de Paco será trasladado con una grúa a su ubicación definitiva: entre la calle Real y Las Morerillas

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1986. El quiosco de Paco será trasladado con una grúa a su ubicación definitiva: entre la calle Real y Las MorerillasTras décadas vendiendo en Los Jardines, se ha convertido en parte del paisaje de Dos Hermanas

Ya han avisado a Paco y a Carmen. En unos días una grúa elevará por los aires el quiosco y lo colocará… unos metros más allá. La última remodelación de la Plaza de la Constitución, planificada por el Ayuntamiento, ha estimado que el emplazamiento definitivo para este histórico quiosco no será la puerta de la sacristía de la iglesia, donde ha estado hasta hoy, sino en la acera de enfrente, la que une la calle Real con Las Morerillas.

La solera que dan los años no deja lugar a dudas: ‘el puesto de Paco’ es parte del paisaje urbano de Dos Hermanas. Hasta Antonio y Rafael, Los del Río, lo evocaban desde Madrid, en 1966, cuando la nostalgia les hizo escribir estas sevillanas: “Jardines con naranjos / tiene mi plaza/ con una fuentecilla / con mucha gracia./ ¡Ay, qué salero / tiene el puesto de Paco! / ¡Ay qué salero, / donde van los chiquillos por caramelos!”.

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El negocio se remonta al abuelo de Paco, que tenía un carrito en la plaza de abastos en el que vendía cebollas y ajos. De él pasó a su hijo Curro, que se instaló con un tablero en Los Jardines y con sendos mostradores en el lugar más ‘caliente’ de Dos Hermanas: los cines. Tanto el de verano como el de invierno estaban siempre llenos. ¡Allí sí que se hacía negocio! Curro traía las mercancías de estraperlo en el tren, y que las tiraba desde los vagones antes de llegar a la estación de Dos Hermanas, para después ir a recogerlas. Eran aquellos años en que un cartucho de catufas costaba dos reales.

1986. El quiosco de Paco será trasladado con una grúa a su ubicación definitiva: entre la calle Real y Las Morerillas

Y de Curro el negocio pasó, sobre el año 1959, a su hijo Paco, que ya de pequeño era enviado por el padre, con un canasto en la cabeza, hasta el colegio de Los Frailes, a vender chucherías a los niños. A base de pasar frío, calor y muchas horas a la intemperie, Paco y su novia Carmela pudieron ahorrar para comprarse un carrito ambulante. Solían colocarlo en la plaza, justo en frente de la iglesia. Lo guardaban por la noche en una asesoría de la calle Antonia Díaz y después junto al Bar Jaula.

El peligro de las palmeras
Fue en 1972, cuando Carmen se llevó el susto más grande de su vida. No fue un atraco, sino la caída de una palmera de Los Jardines, durante un fuerte vendaval. La troncha de la palmera cayó sobre el carrito y Carmen, que estaba embarazada, perdió el conocimiento. Tuvieron que sacarla por encima del mostrador entre dos municipales, y en el casino le prepararon una infusión para reanimarla.

Poco después vendieron el carrito y compraron el quiosquito: en realidad no era más que una estructura de chapa galvanizada. Primero fue instalado en la acera de la plaza y más tarde, tras una remodelación que llevó a cabo el alcalde Contreras de Soto, se cambió de acera y fue colocado entre los dos naranjos, a la puerta de la iglesia. Como se aprecia en las fotos, el quiosco multiplica su oferta y comienza a incorporar todo tipo de productos: prensa, revistas, coleccionables, pelotas, juguetes de plástico, helados e incluso una vitrina con dulces (sultanas, borrachos, milhojas traídas de Castilleja de la Cuesta…) que eran vendidas en el mismo día.

No hace falta preguntar cuál es el día de mayor volumen de negocio. Paco ‘hace el agosto’ en octubre: en el Valme. Tanto, que la víspera no se cierra en toda la noche. También en un Valme se produjo el mayor chasco de ventas. Tuvieron que regalar una furgoneta entera de pasteles porque no se vendieron. La lluvia fastidió la romería y Los Jardines se quedaron desiertos.

Hace unos años Paco hizo realidad un sueño. Se fue a Madrid y compró, por más de dos millones de pesetas, un quiosco moderno, más grande y más cómodo. Es el que hoy luce delante de la sacristía y que en unos días será trasladado a su ubicación definitiva para seguir formando parte…del paisaje de Dos Hermanas.

Los primeros en abrir y los últimos en cerrar
Francisco Rodríguez Valdelvira y Carmen Domínguez Martín (en la foto, justo antes de irse él a la mili) son el alma del quiosco. Se casaron en 1961, pero ya desde novios eran los que daban el primer hálito de vida a Los Jardines, vendiendo desde el amanecer (primero en un tablero y después en un carrito) chucherías, altramuces, catufas, bocadillos, dulces, tabaco “y lo que hiciera falta” a la multitud de personas que pasaban camino de los almacenes. Eran los primeros que abrían y los últimos que cerraban en el pueblo. Por las noches, el policía de guardia en la plaza era quien acercaba a Carmen a su casa. El matrimonio ha tenido cuatro hijos: Paquito, Antonio Jesús, Ángel y Juan.

1986. El quiosco de Paco será trasladado con una grúa a su ubicación definitiva: entre la calle Real y Las Morerillas

{xtypo_rounded3}Del tablerito al carro….. y del carro al quiosco
Primero fue el tablerito (años 50), más tarde el carrito (años 60) y después el quiosquito (años 70). Cada uno marca una época y, también, una forma de vender. En el tablerito se vendían catufas, castañas asadas, caramelos, altramuces. Con el carrito llegaron las uvas (sobre todo en Nochevieja), los dulces, el anís, que tomaban los trabajadores antes de ir al tajo por las mañanas. Aunque el producto estrella era el tabaco: los Celtas, los Ideales (conocidos por Caldo de Gallina), el Lola, el Tres Calaveras. Con el quiosco se empezaron a vender juguetes, cintas de casette (Los Chichos y El Fary, los que más se vendían) y prensa: El Correo, el ABC… Paco se compró una moto para ir a Sevilla y traerse el Marca y el AS. El día de mayor venta de toda su historia fue el 23 junio de 1973, día de la coronación de la Virgen de Valme. Vino el presidente del gobierno, Carrero Blanco. Se ordenó el cierre a todos los negocios del centro, y sólo se autorizó abrir… al quiosco de Paco.{/xtypo_rounded3}

“¡Tengo el chocho muy fresco…!”
Carmen y Paco son complementarios. Él es más serio, ella más alegre. Con su carácter desinhibido se gana a la clientela. Famosos son los pregones de sus productos. Cuando ponen, delante del quiosco, una mesa con altramuces (‘chochitos’) de El Lucero, con una barra de hielo encima, Carmen grita a los cuatro vientos aquello de “¡Venga, niña, que tengo el chocho muy fresco…!”.

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