Uno de t(s)antos

0
- Publicidad -

(Mateo 5, 1-13) CADA ÉPOCA histórica ha tenido sus santos; su idea de lo que significa ser santo, y personas que encarnaron ese ideal. En los comienzos fueron los Apóstoles, evangelizadores itinerantes que anunciaban en medio de peligros y adversidades la buena nueva de Jesucristo. Después, cuando el cristianismo se instaló en las ciudades y la vida de los cristianos no se separaba mucho de la del resto del pueblo, se valoró la austeridad y el desasirse del mundo de los Padres del desierto.

Las órdenes y congregaciones religiosas surgen de ese afán humano por abrirse a la trascendencia, por ser fiel a lo más alto de nosotros mismos, por caminar en la cercanía de Dios. Desde su nacimiento muchas se dedicaron a la atención a los más pobres y sufrientes de la sociedad, en ellos contemplaban el rostro de Cristo.

Y hoy, ¿qué santos necesitamos? Sería una presunción inadmisible, por mi parte, querer responder yo sólo a esa pregunta; esta es una de esas cuestiones en la que Dios habla en la vida a través de toda la comunidad. Pero os comparto alguna reflexión.

- Publicidad -

Necesitamos cristianos que se llenen de la hermosura y la santidad de la vida, y la transmitan a los demás. Necesitamos creyentes que descansen en Dios sus fatigas y encuentren en él la felicidad anhelada. Necesitamos testigos, sencillos y humildes, de la bondad de Dios, dispuestos a equivocarse, sin temor a caer. Necesitamos curas buenos, monjas cariñosas, padres y madres de familias entregados, jóvenes inquietos y luchadores de la justicia, niños con ganas de aprender y sonreír. Necesitamos que tú acojas, con más verdad y desnudez, el amor de Dios en tu vida.

 

- Publicidad -

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí
Captcha verification failed!
La puntuación de usuario de captcha falló. ¡por favor contáctenos!