1963. González Carod busca una nueva salida a la crisis: la aceituna en envase de cristal

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El almacén se ubicó en La Hacienda de San José y convivió unos años con un hotel y con el convento de las carmelitas

Hacerse “peninsulero” ha sido la salida que el almacenista Manuel González Carod ha encontrado al actual bache en la exportación de aceitunas. El “boom” de los años 50, con beneficios de hasta un 3.000%, quedó atrás, y hay que buscar nuevos nichos de mercado. 

Este empresario de origen jiennense ha sido el primero en vender el fruto cocido no a granel, como hasta ahora se ha hecho,  sino en envase de cristal, de manera que la aceituna llega directamente al consumidor. Ahora los clientes, en vez de norteamericanos, son de la península, de ahí el término “peninsulero”.
 

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1963. González Carod busca una nueva salida a la crisis: la aceituna en envase de cristalUn almacén… con cementerio
Nacido en Huesa (Jaén) en 1905, Manuel llegó a Dos Hermanas con su madre y tres de sus cuatro hermanos, tras la prematura muerte de su padre en 1921. Aunque pronto consigue un puesto en el Ayuntamiento,  su experiencia en la contabilidad de haciendas, como Montelirio o La Corchuela, y su gran sentido comercial le animan a montar su propio almacén tras casarse, en 1940, con la nazarena María José Reigada. Alquila para el negocio la Hacienda de San José (antiguo callejón de la Hacendita, entre calle Rivas y El Palmarillo), propiedad de María de la Concepción Romero Ruiz del Arco, condesa de Santa Teresa.

La familia González Reigada traslada su vivienda a este impresionante recreo con 21 habitaciones, un gran cuarto de baño de madera, estanque, capilla y hasta cementerio propio. En 1952, tras enviudar la condesa,  uno de sus hijos convierte el palacete en un hotel. Los González abandonan entonces la casa principal pero no la producción aceitunera: se trasladan a la casa del encargado, en la misma hacienda. La tonelería se ubicó en lo que fue cuadra de mulos y el almacén en las antiguas caballerizas.

1963. González Carod busca una nueva salida a la crisis: la aceituna en envase de cristal

Pero el hotel resulta un negocio ruinoso y cierra a los pocos años. Es entonces cuando la propietaria del recreo hace realidad su deseo: convertir la hacienda en un convento, que entregó como dote tras tomar ella misma los hábitos. Allí se trasladan siete hermanas carmelitas el día 1 de noviembre de 1956.

Manuel González Carod mantuvo su almacén junto al convento unos años, hasta que se trasladó a la calle Real Utrera, donde se ubica actualmente.

Ambicioso y madrugador
Es Manuel González Carod un hombre emprendedor. Le caracteriza una sana ambición por progresar. Le gusta madrugar (y trasnochar), y es de los primeros en tomar su café en el Bar Fifa por las mañanas. Su miopía le impide tener carnet de conducir, y por eso se le ve haciendo sus gestiones por Dos Hermanas montado en su bici. Además de sevillista, es exornista de la Virgen de Valme y hermano del Santo Entierro, de cuya canina cuentan que tuvo a resguardo, unos años… ¡dentro de un bocoy! Tiene cinco hijos con María José Reigada: Fermina, Concha, Carmen, Pepi y José Manuel.

El agujero del pimiento, hacia fuera
Escogedoras. rellenadoras, clasificadoras, faeneros, encargados… En sus mejores tiempos el almacén llegó a los 50 trabajadores. Ahora también hay contratadas varias boteras, auténticas artesanas: su trabajo consiste en introducir a mano, una a una, las aceitunas rellenas en el envase, cuidando siempre de que el agujerito del pimiento quede hacia fuera, con un evidente fin estético. Tras cerrar los botes, se les coloca esta etiqueta (obsérvese el escudo de Dos Hermanas en el triángulo central) y se venden por toda la península. Hace unos años, cuando el almacén estuvo ubicado junto al convento de monjas carmelitas, pobres de solemnidad, González Carod les suministraba para su alimentación una barrica de aceitunas. Pan y aceitunas era parte de la dieta de las hermanas. Más adelante les regaló una máquina de tricotar, con las que aprendieron a hacer chalecos para su venta y generar ingresos.

1963. González Carod busca una nueva salida a la crisis: la aceituna en envase de cristalEl Tomillar los trajo a Dos Hermanas
Fermina Carod (en la foto) se quedó viuda con cinco hijos en 1921. Además de preparación académica, tenía arrojo y valentía. Tras enviudar, fue a pedir ayuda al gobernador de Córdoba (Cruz Conde), quien le indicó que la Condesa de Lebrija estaba organizando la apertura de un sanatorio antituberculoso en Dos Hermanas. Con la recomendación del gobernador, Fermina contactó con la condesa y fue contratada como administradora del sanatorio, trayendo con ella a cuatro de sus cinco hijos, entre ellos Manuel y Rosario, a los que vemos en esta otra foto en las escalinatas de El Tomillar. Con la llegada de la República, el sanatorio cambió de manos y Fermina fue despedida. Abrió una librería en Los Cuatro Cantillos, que no prosperó, y más tarde marchó a Almería con sus dos hijos pequeños para montar una fábrica de harina.

 

 

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