Horror de armas tomar

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Soy de Avon, un pueblo pequeño de Connecticut (EE.UU.), el típico lugar donde la gente forma una familia y escapa del ruido de Boston y Nueva York. Es tranquilo y seguro, y la noticia de las primeras planas generalmente es sobre el tiempo. 

 

Recientemente, cuando estaba en casa por Navidad, la noticia principal fue muy diferente. A media hora de distancia de mi casa un hombre entró en una escuela de primaria con un arma automática y asesinó a 23 niños y maestros. Me han dicho que fue noticia incluso aquí en España. Sucesos como este han estado ocurriendo durante años, como el del campamento de Noruega y el Batman en Colorado. Pero este nuevo disparo resonó poderosamente en mí. No sólo porque estaba cerca de mi casa, literal y figuradamente, sino porque además esta vez afectaba a niños de no más de 7 años de edad.

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Este suceso ha despertado un gran debate en Estados Unidos entre los que se oponen a las armas en todos los sentidos y los que creen en la lucha contra las armas con más armas. Desafortunadamente, este derecho a la “protección” lo recoge nuestra Constitución en la frecuentemente referida Segunda Enmienda. Si bien entiendo su lógica en el momento en que fue escrita, mi opinión es que ya no es una necesidad, ya hemos recorrido un largo camino dede la creación de esta legislación en el año de 1791.

Después de discusiones e investigaciones sobre las diferencias de la cultura de las armas entre América y España, es evidente que los problemas no son comparables. Cuando pedía opiniones sobre las armas aquí, todos me respondían con la misma pregunta: ¿para qué serían necesarias? Los números también son elocuentes del carácter pacífico de los españoles: menos de una por cada 100.000 muertes por armas frente a 10 por cada 100.000 de Estados Unidos.

Obviamente, el resto de Europa tiene sus propias políticas pero estoy convencida que la de España es la correcta. Estoy impresionada por la falta de violencia armada así como la falta absoluta de interés por las armas. Después de estos recientes acontecimientos, tengo serias dificultades para aceptar cualquier legislación que permita que los rifles de asalto acaben en manos de un hombre capaz de matar a niños.

Dos Hermanas, España, por favor, tengan a Newtown y Connecticut, mi estado natal, en sus corazones y oraciones. Solo espero que algún día mi país pueda seguir su ejemplo honorable e impresionante de pacifismo en estos tiempos que corren de violencia.

 

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