La crisis de los halcones

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Quienes tengan el valor o la osadía de acercarse a vivir de valores deben estar cuidadosos, prudentes, atentos como serpientes, porque a las gentes del sistema les es fácil masacrar palomas. Lo que en estos días vivimos no es una crisis vulgar sino el despropósito y la perplejidad de tantas mentiras, robos, desencuentros, servilismos, nepotismos, fraudes, errores de miles de millones, de tanta transacción con olvido de los valores sociales y humanos en general.

Los griegos de la clasicidad y las gentes del Renacimiento europeo pensaron que el hombre era la medida de todas las cosas. Hoy la medida aparece, con demasiada frecuencia, como ser correctos sin excesivos escrúpulos relativos a los que se quedan excluidos en el camino. Se trata de aparecer bien y de manera hasta elegante, sin forzar los términos, pero con un buen provecho y beneficio. Es evidente que no todos, pero sí muchos economistas y abogados correctos, con corbata, “master” y “coach” se prestan para este juego de delinquir con guante blanco. Las costumbres, la letra de las leyes, el poder del dinero, las influencias. Quien más, quien menos se ha convertido en una mentira permanente. Estas lindezas forman parte de las vidas de determinados activistas, individuos, sociedades que actúan  sin mayores rubores e incluso con ciertos alardes de parecer inteligentes. Hay economistas que nos enseñan a robar con discreción y correctamente y abogados sofistas de gabinetes especializados que están dispuestos a defender lo indefendible.

Los contenidos de los hechos son entidades que mejoran o desmejoran nuestras acciones. Las formas, las maneras de hacer o procedimientos pueden arropar cualquier contenido. En matemáticas 2+2+4=8 es una adición correcta y verdadera porque los signos están bien dispuestos y el resultado es válido, tiene valor en relación a lo que se quiere expresar, tiene verdad y no hay error alguno. Pero, por ejemplo, la expresión 2+3+4=15, aunque es correcta porque signos y dígitos están correctamente enunciados y en sus lugares, se podría decir bien vestidos, sin embargo el resultado no es válido, no tiene valor, no posee verdad alguna, y sí error de contenido. Es espuria, produce confusión, regreso y crisis. La desmesura, la avaricia, el engaño y la incompetencia pueden hacer el resto

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Cuando los jóvenes de hoy se acercan a los empleos sistémicos en áreas de decisiones son elegidos y formados con maneras apropiadas en su trato, su “look”,  sus gestos,  su cortesía.  Se les amuebla bien la cabeza para que piensen solo lo justo, según las necesidades y especulaciones, las estrategias de la empresa, del mercado, de la bolsa… Aprenden con agilidad a mirar hacia otro lado. No hay grandes miramientos de causas o de efectos, como ocurriera también en aquellas desgraciadas bombas sobre Irak que producían efectos colaterales. En estos casos, las bombas estallan de manera silenciosa sobre personas no siempre conocidas.

La mentira es en nuestro tiempo compañera elegante del viaje por este mundo, en especial para quienes viajan en clase “bussiness”, preferente o club. Mentir es modo principal para ocultar determinados delitos pequeños o grandes. Es importante mentir de tal manera que no lo parezca y así se cierre el ciclo del engaño con sus consecuencias de no valor, de no válido. Mentir se ha convertido en un arte macabro, perfecto si además no deja rastro. Mentiras sutiles, inteligentes, astutas. Son jugadas con ventajas.

Los tiempos modernos, contemporáneos y postmodernos nos han aportado cánones de dudosa solvencia ética, social, política, económica y moral. Tratan de hacernos creer que la forma correcta es igual al contenido verdadero, que el marketing y la propaganda sofisticada nos llevan a la felicidad, que la corrección es suficiente para andar en verdad, que el fin justifica los medios, que cambiar ocho por ochenta es, no más, un tema de ingeniería financiera o quizás política

La crisis que estamos viviendo es una crisis de crisis, no es una, sino el conjunto de muchas otras anteriores mal digeridas y que permanecen latentes. Buscan los halcones el máximo provecho y beneficio sin atender a los ciudadanos que quedan confundidos o relegados a puros números. Los halcones enmascaran cualquier salida hacia los valores más positivos de nuestras vidas, llenan de ruido el misterio del universo. Se solazan en periferias de una ética aparente y convencional, cuando no rastrera y voraz, sin apenas arañar los contenidos de la realidad que está ahí llena de riquezas clamando contra los salteadores.

 

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