Hugo Santos deja huella con un pregón muy elaborado y cargado de mensajes

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    0901Hora y media dedicó a exponer su visión de la Semana Santa marcada por la fe

    {xtypo_quote_right}“La Semana Santa es la verdad de Dios hecha hombre”{/xtypo_quote_right}

    Nazarenos, levantaos, que la luz ha llegado. Dios va a entrar en Dos Hermanas. Por fin es Domingo de Ramos, por fin es Semana Santa”. Con estas palabras concluyó Hugo Santos Gil el Domingo de Pasión un pregón de la Semana Santa que será recordado por ser sincero, comprometido con la fe cristiana, lleno de vivencias y recuerdos, así como muy rico en su prosa.

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    Hora y media antes, los sones de Amargura, de la banda de música de Santa Ana, y posteriormente los de Corpus Cristhi, dieron comienzo a una mañana en la que se vivió un momento muy emotivo. Miguel Gil Pachón, quien ofreciera el pregón de la Semana Santa hace 23 años, dio el relevo a su nieto para que “abra las puertas de la Semana Santa”.

    {xtypo_quote_left}“No rendimos cultos a ídolos de madera, sino a Dios y su madre”{/xtypo_quote_left}

    Hugo Santos se presentó ante el público “desnudo de todo” y sólo provisto con “el corazón y mi palabra”, asegurando que iba a ser sincero y como muestra de esta sinceridad, el pregonero inició su exaltación, entonando un mea culpa y reconociendo “una falta muy grave: no haber sido fiel a la Semana Santa de Dos Hermanas”. Motivo por el cual, Hugo pidió al mundo cofrade “perdón e indulgencia”, proponiendo su pregón como “prueba de arrepentimiento”.

    {xtypo_quote_right}“La fe de los cofrades es alegre, ya que la vida del señor es la que triunfa”{/xtypo_quote_right}

    90 minutos dedicó el pregonero a este ejercicio de arrepentimiento en el que durante toda su disertación cobró un papel protagonista su familia, concretamente su abuelo,  “quien me entregó el tesoro de la Semana Santa y de cuya mano aprendí a ser un capillita”. Por ello el epicentro de su disertación no podía ser otro que el número 9 de la antigua calle El Pinar, el domicilio de su abuela Lola, desde donde Hugo invitó a los presentes a realizar un recorrido por su particular Semana Santa.

    El pregonero optó por huir de la rima poética que otorga al pregonero el aplauso fácil en los momentos de pausa. Un pregón más prosaico, pero de una gran riqueza en su palabra, en la que lo que importaba era lo que se decía y no cómo se decía. Ya que Hugo vertebró su discurso en torno a la idea de que la verdad de la Semana Santa pasa por “la cruz, la muerte, la resurrección y el triunfo de Dios”. El resto son pequeños detalles que la embellecen pero que no deben banalizarla.

     

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