Como madre de la Virgen
y abuela del Redentor,
Santa Ana alrededor
llena todo de patrona,
de antiguo sabor, tizona,
reconquista medieval,
santo y seña nazarena,
pura enseña, vieja escena
y almena espiritual.
Vuelve el son de la patrona
como siempre: poco a poco,
sin estruendos ni sofocos,
sin borrachos aluviones,
sin excusadas razones
exageradas, pomposas,
pringadas y resacosas
que en pos de la procesión,
llevan mucho de monserga
bastante de tufo a juerga
y poco de devoción.
No es el caso; Santa Ana
saca raíz de simiente,
pone en la calle a la gente
más cercana a su semilla
convirtiéndose en capilla,
en el cauce religioso
de este pueblo nazareno,
que con plegarias al cielo
viste a su rito de honroso.