Somos maestras, algunas con treinta años como profesionales de la educación, formando parte del grupo de pioneras en llevar a la práctica la coeducación en el aula.
Fruto de nuestro convencimiento y de unas Administraciones que apostaron en un momento por la coeducación, a final de la década de los ochenta y primeros de los noventa, implicamos a otras personas, incluso a todo un claustro, en la tarea de coeducar.
Tras ese primer impulso en el que abundaron materiales innovadores, asesoramiento y todo tipo de facilidades, las instituciones olvidaron esta finalidad educativa, rompiendo las expectativas de cuantas personas habían apostado por las prácticas escolares coeducativas y perdiendo diez preciosos años en el objetivo de luchar desde la escuela por una sociedad más justa, en el que chicas y chicos tuviesen una verdadera igualdad de oportunidades.
Porque todavía creemos que desde la escuela es posible contribuir a un mundo más igualitario, apoyamos la nueva apuesta de la CEJA por la COEDUCACIÓN, que ha vuelto a reunir a las mujeres y hombres que durante años han seguido trabajando, muchas veces en solitario y siempre sin ningún apoyo institucional, que se traducía en escasez de recursos y falta de legitimidad para transmitir al resto de la comunidad educativa.
BIENVENIDA, por tanto, la nueva ley de Igualdad en la Educación, que ya ha servido para visibilizar una realidad todavía desigual, los diagnósticos que se están realizando en los centros nos demuestran que la sociedad no ha avanzado mucho en estos años.
La ley viene también a legitimar el trabajo de quienes desde la educación reglada pretenden cambiar los procesos patriarcales de socialización tanto de nuestros niños como de nuestras niñas, para conseguir un mundo más libre en el que cada persona pueda ser como desee, sin etiquetas, las relaciones entre hombres y mujeres se basen en la reciprocidad y no en la complementariedad y el concepto de poder “sobre” se transforme en poder “para”.
Nos sorprende gratamente la buena acogida y aceptación de la nueva normativa por parte del personal docente, que ha asumido como suya esta imposición legal y disciplinadamente está movilizando los centros en sólo unos meses.
A veces, las leyes enmascaran la realidad, en vez de transformarla y es por ello, que dado el esfuerzo que están haciendo las/os coordinadoras/es de centro y aquellos equipos docentes que los apoyan, que incluso con poca formación en el tema, se están volcando por cambiar unas prácticas por otras más coeducativas, la apuesta de las administraciones tiene que estar a la altura, para ello sería necesario:
1º Revisar todo el material al uso y poner a disposición de los centro recursos acordes con los tiempos y motivadores para el alumnado (audiovisuales, nuevas tecnologías y bibliografía actualizada).
2º Incentivar a los centros de forma motivadora, no se puede seguir avanzando a costa de echar cada vez más responsabilidades sobre el hombro del personal docente sin ningún tipo de contraprestación acorde con las exigencias. Así conseguiremos que la coeducación no sea la ardua tarea de una persona en un claustro que la pueda etiquetar de “la de siempre”, sino que se convierta en un proyecto colectivo fruto de la convicción de toda la comunidad educativa del centro.
Bienvenida de nuevo, sin dejar de cuestionarnos cuanto hubiésemos avanzado si la administración andaluza hubiese mantenido su apuesta por una escuela coeducativa durante estos años…