Familias

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Dicen que las palabras positivas no hacen a las personas, a las parejas, a los grupos familiares. Son estos los que hacen las palabras, ponen nombres a los hechos.

Pero cuando las palabras llegan como sobreabundancia del corazón, cuando no se las puede contener, nos aparecen más fiables, porque se refieren a las cosas, a las gentes sin raciocinios ni intermediarios. Entonces satisfacen como un regalo, un adorno de la generosidad.

Hay grupos familiares diversos que se aproximan o se separan de lo que es la familia habitual. Pero también de alguna manera se constituyen en familias. Nacieron, como todas, por circunstancias, amigos, compañeros de alegrías o de tristezas. Un poco de amor redimió un mucho de soledad. Jóvenes, maduros, viejos, corrieron solícitos al encuentro de un trozo de luz en medio de las tinieblas. Relaciones que duran, que se rompen o malviven. Amores otros de frutos abundantes. Quereres, al fin, cuya mayor infidelidad fue el aburrimiento tolerado. Se los ve por los caminos, multitud itinerante de seres varios amorosos, torcidos, a ratos felices, solitarios, perdidos en las encrucijadas. Mil y un tipo de gentes que se necesitan. Caminos y senderos paralelos que alguna vez convergen en una fiesta de amor. Ignoran a quienes invaden su intimidad, sus decisiones con anatemas que los marginan.

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Aparece la familia según una múltiple relación social donde el cariño se la juega frente a la libertad, si no sabe poner el respeto de por medio.  Sociedad de fámulos o servidores. Se adivinan los lazos familiares en la forma, en el gesto, en la actitud. De cada trozo de ternura compartida nace una flor distinta, pero  se gasta, se esfuma estéril, ante el desamor, la vulgaridad o la dureza de corazón.

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