Mamá, me han vuelto a atracar

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La primera vez sucedió cuando venían del cine, cuatro chavales en moto se les acercaron y les pidieron los móviles y el dinero que llevaban. Sucedió hace unos dos años, en una de las primeras salidas de mis hijos solos, que entonces tenían 12 y 14 años. Llegaron a casa nerviosos,  avergonzados por la impotencia de la situación vivida y con ganas de devolver la violencia que habían soportado.

 

Entonces creí que había sido un hecho puntual producto de la mala suerte. Es difícil asimilar que haya niños delincuentes que asaltan a otros. Pero a los pocos meses, uno de ellos fue atracado de nuevo cuando bajaba a tirar la basura.
En el trayecto desde el contenedor a casa fue arrollado por una moto que subió a la acera, los dos niños que viajaban en ella al ver que no llevaba nada de valor intentaron robarle una prenda de vestir. Tras un forcejeo del que mi hijo obtuvo un gran moratón en la pierna, llegó a casa gritando que quería cambiar de pueblo.
Esta vez fuimos a la policía a poner la correspondiente denuncia y allí nos vimos los dos mirando un álbum de fotos en el que no encontramos a los culpables.
Luego fue, otra vez, a la salida de los cines, cuando iban a tomar una hamburguesa, esta vez iban con otros dos amigos.
El verano pasado sucedió de nuevo, cerca del parque, cuando llegaban a casa y la última vez, hace unas horas, a las 18:30 horas cuando uno de ellos iba a la academia de inglés. Fue rodeado por seis niños de no más de 17 años que le exigían dinero y comenzaron a registrarlo. Por suerte esta vez acudió gente y los agresores huyeron.
Esto es lo que está pasando  en nuestra ciudad y los que leéis esto lo sabéis bien porque si no lo habéis vivido, seguro que conocéis a alguien muy cercano que os lo ha contado.
Son nuestros niños, a los que hemos llevado de la mano al colegio, a los que hemos arropado de noche, a los que les hemos contado cuentos y les hemos dicho que sean buenos. Nuestros niños que ahora se nos sueltan de la mano porque tiene que volar y se encuentran con esto.
Este es el problema: pandillas de adolescentes que atacan a otros, los niños afectados tienen miedo y los padres no sabemos ya qué hacer. La solución no la sé, pero seguro que está en la fuerza de todos: la familia, los educadores, los políticos, la policía, los propios niños.
Desde luego, lo que no podemos hacer es callar o mirar a otro lado. Si os pasa no calléis, denunciadlo públicamente para que se vaya creando conciencia.
Y si os encontráis en la calle una situación o tenéis sospecha,  acudid en ayuda porque mañana pueden ser los vuestros.

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