Parece ser que en este año se conmemora el V centenario de la llegada de los primeros granos de cacao al puerto de la capital hispalense, procedentes de lo que comenzaba a ser conocida como la Nueva España. Un hecho que en aquellas fechas pasó casi desapercibido, pero que a la postre se convertiría en un hecho trascendental desde el punto de vista culinario, pero también social, por cuanto tomar chocolate se volvería en un verdadero acontecimiento social.
Es bien sabido que los pueblos de Mesoamérica, especialmente mayas y olmecas, conocían y cultivaban el cacao. Es más, los olmecas crearon una especie de brebaje amargo elaborado con semillas de cacao. Tal brebaje se utilizaba como bebida reconstituyente y para dar solemnidad a determinados rituales sagrados. Aquellos pueblos mesoamericanos tenían en gran estima todo lo relacionado con el cacao, y esa misma visión fue recogida por los aztecas, una vez que estos fueron conquistando toda la zona central de lo que hoy es México, y dominando a sus distintos pueblos.
A aquel brebaje preparado a base de cacao los aztecas lo llamaron “xocoatl”, del que derivaría nuestra palabra “chocolate”, y seguirá teniendo un carácter casi sagrado (se pensaba que era alimento de los dioses). Asimismo, el cacao era empleado como moneda, siendo uno de los productos que los pueblos sometidos utilizaban para pagar el tributo al tlatoani azteca.
Según varios autores, sería Colón el primer europeo que probó la bebida “xocoatl”, que por esas fechas tenía un sabor amargo y picante, nada atrayente para el paladar europeo. Este hecho parece ser que tuvo lugar en 1502, en el marco de su cuarto viaje, durante su estancia en la isla Guanaja. Pero sobre esto hay numerosas controversias en las que no vamos a entrar.
Lo que sí es seguro, es que Hernán Cortés probó en 1519 esa bebida azteca de chocolate, llamándole mucho la atención su característica reconstituyente. Incluso fue citada en una de sus cartas de relación enviadas a Carlos V.
Pronto, aquella ancestral bebida se extendería por toda la península, convirtiéndose en algo muy popular, sobre todo entre el clero español, pues se consideraba al chocolate un alimento que no rompía el ayuno. Y todo apunta a que fue en el monasterio cisterciense de Piedra de Zaragoza donde se elaboró por vez primera el chocolate en España. Fuere donde fuere, los españoles seríamos los que incorporamos a esa bebida de chocolate un ingrediente que se convertiría en fundamental: el azúcar, procedente de las plantaciones caribeñas.
A lo largo del siglo XVII, se dará la expansión definitiva del chocolate por toda Europa, considerándose en esas fechas tanto como un medicamento como un alimento. Y es en ese siglo cuando aparecen las primeras chocolateras: nombre que recibían tanto el recipiente en el que se preparaba específicamente el chocolate como el que se empleaba para servirse. Este último solía ser de plata o porcelana, tenía una tapa con un asa para facilitar su apertura y el mango de madera estaba colocado en ángulo recto.
Pero, ¿cuándo se introdujo el chocolate en Dos-Hermanas? Esta sencilla pregunta no resulta fácil contestar. Si bien los nazarenos del siglo XVI y de buena parte de la siguiente centuria debieron conocer esta bebida dado el estrecho vínculo entre nuestra ciudad y la capital hispalense, desde el punto de vista documental no será hasta finales del XVII cuando encontremos la primera referencia, eso sí, indirecta, al consumo del chocolate en Dos-Hermanas. Concretamente, lo encontramos en un inventario de bienes realizado tras la muerte del doctor don Juan Antonio Durán, cura párroco de la iglesia de Santa María Magdalena (1691-1696), confeccionado el 4 de enero de 1696. Entre los bienes que declararon los albaceas testamentarios (fray Juan Moreno, carmelita, Francisco de Orozco y Cristóbal Moreno, vecinos de Sevilla) se encontraban dos chocolateras de cobre (bien goloso debía ser el sacerdote).
Y la siguiente referencia la encontramos en el testamento de otro sacerdote, en este caso del bachiller don Lucas Palacios y Arriola, también cura párroco de la iglesia de la Magdalena de Dos-Hermanas (1678-1691; 1701-1705). Fechado en 20 de julio de 1705, entre sus ornamentos de plata, aparecen seis jícaras de ese metal, recipiente que se utilizaba precisamente para tomar el chocolate.
Ambas referencias nos muestran que el chocolate era una bebida muy apreciada por el clero nazareno, como lo era por el clero en general, como ya apuntamos anteriormente. Y también podríamos decir que se circunscribía a ese grupo social, pues en otros inventarios de bienes anteriores y de la misma época pertenecientes a miembros de otros grupos sociales, no aparecen ni chocolateras ni jícaras.
En cualquier caso, pasadas las décadas, el chocolate iría ganando terreno y generalizándose su consumo. Esto se dio sobre todo a partir del siglo XIX con la preparación del chocolate en su formato sólido.
Imagen de portada: Chocolatera de cobre, al fondo, en un bodegón de Luis Menéndez (siglo XVIII), conservado en el Museo del Prado.