Un nudo en el estómago

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Película El ViajanteEL VIAJANTE

En un principio no era la favorita para llevarse el Oscar, papel que ostentaba la alemana Toni Erdmann (que, por cierto, ya tiene en marcha un remake en Hollywood protagonizado por Jack Nicholson), pero las actuaciones del presidente norteamericano Donald Trump, que provocaron la negativa del director (Asghan Farhadi), que ya había ganado anteriormente el Oscar (con Nader y Simin. 

{xtypo_rounded3}Irán-Francia, 2016 (124′)
Título original: Forushande.
Escrita y dirigida: Asghar Farhadi.
Producción: Asghar Farhadi y Alexandre Mallet-Guy.
Fotografía: Hossein Jafarian.
Música: Sattar Oraki.
Montaje: Hayedeh Safiyari.
Intérpretes: Taraneh Alidoosti (Rana Etesami), Shahab Hosseini (Emad Etesami), Babak Karimi (Babak), Farid Sajjadi Hosseini (Naser), Mina Sadati (Sanam), Mojtaba Pirzadeh (Majid), Emad Emami (Ali), Sam Valipour (Sadra), Maral Bani Adam (Kati).{/xtypo_rounded3}

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Una separación), a acudir a la ceremonia de entrega de los premios más importantes del cine, como protesta por la imposibilidad de entrada en el país de sus compatriotas, motivaron que la votación variase de rumbo y que, finalmente, el Oscar a mejor película de habla no inglesa fue a esta El viajante.

¿Significa ello que el Oscar sea menos merecido? Al contrario. La obra de Farhadi (muy distinta a la de la alemana Maren Ade) ya venía precedida de los premios a mejor guion y mejor actor en el último festival de Cannes, y es una muestra de sutileza y de encaje de bolillos, en el que todo transcurre sin que apenas te des cuenta, pasando de la frustración y el dolor a la ira de modo muy sutil, sin estridencias, apenas con unos diálogos sencillos.

La historia es sencilla, una pareja de actores debe dejar su piso ante la amenaza de derrumbe por unas obras cercanas, y se mudan temporalmente a la vivienda que les cede un amigo. Poco después, un grave incidente relacionado con la anterior inquilina hace que el rumbo de la relación de la pareja cambie dramáticamente.

Uno puede sorprenderse de la occidentalidad de las formas y los modos, de las situaciones y los personajes, a pesar de situar la trama en el centro de la capital iraní, pero todo cambia si comprendemos que estamos hablando de sentimientos humanos, donde poco importa dónde estés y cuáles sean tus ideales políticos o religiosos. Farhadi narra de modo demoledor el derrumbe de una relación, de modo paulatino, con una sutileza extrema, cómo la rabia, los celos, la humillación, los deseos de venganza, el perdón… van apareciendo, creciendo, ocupando un hueco y haciendo que el personaje en cuestión vire hacia uno u otro lado. Podemos compartir o no el modo en el que piensan, en el que actúan. Sobre todo en el tramo final, el de esa resolución que hace que te apriete aún más el nudo que durante todo el metraje el director ha ido haciendo alrededor de tu estómago.

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