Austeridad solidaria

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(Lc 16, 19-31) Todos los grandes santos han sido personas de austeridad ejemplar. Su austeridad les permitía ser solidarios y caritativos con el más pobre, compartir sus bienes con los más necesitados. Pero la pobreza material tiene valores espirituales importantes. Francisco de Asís la llamaba “Mi Señora Pobreza”.

Tener el corazón lleno de cosas, y de inquietudes por tener y conservar lo que se tiene, incapacita para acoger el don del amor de Dios en nuestra vida. Ya lo escuchamos en el evangelio pasado: “No podéis servir a dos señores. No podéis servir a Dios y al Dinero”. Tener como objetivo en la vida acumular, poseer y atesorar hace que pongamos en un segundo término la amistad y el amor, la familia y la propia fe.

La pobreza cristiana es libertad. La pobreza cristiana no es la carencia que cercena e imposibilita el desarrollo personal. Los cristianos hemos de luchar contra la pobreza inhumana que sufren los explotados y marginados. Nosotros mismos hemos de tener lo necesario para vivir humanamente, para desarrollar nuestras capacidades y la vida de nuestro espíritu en plenitud. Pero, muchas veces, es el afán por la riqueza y el acumularlas lo que nos hace inhumanos e insolidarios.

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Por eso, para vivir la pobreza que Dios nos pide, os recomiendo la regla de lo necesario. Antes de comprar y de desear algo pregúntate si lo necesitas, si verdaderamente lo necesitas. Poco a poco descubrirás que muchas cosas son superfluas y que te estorban; que muchas cosas te estorban para vivir agradecido al Padre y abierto a los hermanos.

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