Si existe un personaje controvertido en la Historia contemporánea de nuestra ciudad ese es, sin lugar a dudas, don Jesús Legallois de Grimarest y Villasís. Con él no había término medio: sus partidarios políticos, que eran muchos, y el pueblo en general (gracias a sus generosas obras benéficas) le respetaban y defendían a ultranza. En cambio, sus adversarios, algunos de ellos poderosos, le calumniaban, acusándolo de ser un “caciquillo de menos cuantía”. Pero lo cierto es que Jesús de Grimarest, nacido en Sevilla en 1856, jugó un papel destacado en la política nazarena del cambio de siglo, protagonizando numerosos escándalos políticos entre 1893 y 1910.
Grimarest pertenecía a una familia de tradición carlista, emparentada con la aristocracia sevillana. Su abuelo, el coronel don Pedro Legallois de Grimarest y Oller (1764-1841), se posicionó claramente del lado del infante don Carlos María Isidro de Borbón (hermano de Fernando VII) cuando estalló en 1833 la primera guerra carlista, lo que le valió el exilio. Y su hermano mayor, Juan de Grimarest y Villasís, caballero maestrante de Sevilla, también perteneció al carlismo sevillano, pero a la rama integrista del mismo. El propio Jesús de Grimarest participaría en la III guerra carlista (1872-1876), según afirmaría en alguna ocasión, y en 1907 lo vemos presidiendo la Junta Provincial Carlista de Sevilla. Los derechos al trono de la línea carlista de los Borbones (representada en esos años por Carlos VII), la tradición, los fueros y leyes antiguas, y la religión católica eran los valores que defendía a ultranza Jesús de Grimarest.
Cuando en 1899 el carlismo nazareno, con Grimarest a la cabeza, se hizo cargo de la alcaldía de Dos-Hermanas, los adversarios políticos tacharon a nuestro personaje de ser el verdadero poder “en la sombra”, siendo los alcaldes Manuel Rodríguez [1899-1901] y Fernando Muñoz [1901-1904] meras marionetas en sus manos. Parte de razón llevaban, pues Grimarest llevó la iniciativa de muchas de las actuaciones de los carlistas en el consistorio. No obstante, tras la llegada en 1909 del liberal Federico Caro a la alcaldía, Grimarest abandonó, definitivamente, la política activa. Sin embargo, sus adversarios continuaron desprestigiando la figura de Grimarest (aunque ya sin la virulencia de otros tiempos), conscientes como eran de la gran ascendencia que poseía nuestro protagonista sobre el vecindario en general. Y es ahí cuando se esparció el rumor de que Grimarest se había pasado al Partido Liberal, uno de los dos grandes partidos de la Restauración borbónica junto al Partido Conservador. De esta forma habría traicionado sus ideales de toda la vida, lo que constituía un deshonor a ojos de la sociedad. ¿Grimarest, chaquetero? Nada más lejos de la realidad. Era cierto que durante las reñidas elecciones municipales de 1915 había apoyado moralmente a los candidatos liberales, en especial a su líder local, Juan Antonio Carazo Gómez, pero lo hizo más por amistad personal que por convicción o afinidad política. Debemos recordar que el partido Liberal se encontraba no ya alejado del ideario carlista, sino más bien en las antípodas, por lo que resulta muy difícil siquiera imaginar que Grimarest se pasara a las filas liberales.
Lo cierto es que tal rumor o habladuría perdió fuerza con el paso del tiempo, aunque algo quedó en la memoria de los nazarenos, pues incluso su propia familia llegaría a afirmar que murió siendo liberal. Este sería el último intento de difamar a quien fue durante muchos años uno de los personajes más importantes de nuestra entonces villa.
Carlista hasta el fin de sus días
El propio Grimarest se encargaría de aclarar el asunto durante las elecciones municipales de noviembre de 1915, cuando en una de las actas de escrutinio general hizo constar que “tanto los liberales de la Peña como los del Círculo Liberal son para él amigos y por ello aun cuando ha podido comprobar ciertos hechos contrarios a la elección y pudiera haber formulado enérgicas protestas no lo ha hecho, queriendo sólo que conste que si ha estado al lado de alguien ha sido por amistad personal con el Jefe local del expresado partido [se refiere a Juan Antonio Carazo Gómez] nombrado por el provincial, pero expontáneamente como amigo sólo, pues nunca ha abandonado sus ideales de siempre y los cuales defenderá hasta morir; estando íntimamente unido al Jefe provincial [se trata de Pedro Rodríguez de la Borbolla] desde la niñez en la confianza de que ha de hacer en beneficio del pueblo cuanto se le pida y ha de secundar su Jefe local, con cuya garantía ha ayudado al dicente y ha intervenido en esta elección”.
{xtypo_rounded4}Una calle en ‘su’ barrio
Pocos años después de su muerte, en la sesión celebrada por los capitulares nazarenos el día 3 de agosto de 1927, se leyó una solicitud presentada por José García López y varios vecinos de la villa en la que pedían que la entonces calle Virgen de Valme llevara el nombre de nuestro protagonista, “puesto que siempre estuvo en todo momento propicio a dar su hacienda y esfuerzo en beneficio de sus conciudadanos”. La calle en cuestión estaba situada a las espaldas del viejo y clausurado cementerio de San Sebastián, en el corazón del barrio que Grimarest promovió a partir de 1893. El consistorio acordó por unanimidad dar luz verde al cambio de denominación, y desde entonces esta vía lleva el nombre de Jesús de Grimarest a pesar de los diferentes vaivenes políticos.{/xtypo_rounded4}